De gobierno. Como estrategia para la efectiva concreción de las ofertas de campaña. Como el camino más directo para el ejercicio del patriotismo, que es el fundamento básico que justifica la búsqueda del poder en los políticos serios y cabales. Como la forma más inteligente de conocer por sí mismos los intrincados escenarios de cada uno de los ámbitos sociales a los cuales van a dedicar su atención el presidente electo y su equipo.
Porque, si se afirmara que la realidad del país ya es conocida por el nuevo Gobierno, se cometería una ligereza imperdonable. Porque no son suficientes los estudios realizados, así como tampoco los recorridos de campaña y mucho menos los consejos de asesores que jamás pueden reemplazar a la experiencia de quien gobierna, que proviene de su relación personal con la gente y con los problemas del país.
La literatura universal está llena de relatos que dan cuenta de prácticas de gobernantes que amaron a sus pueblos, y que, por esa motivación de honor y de servicio, siempre y a veces de manera incógnita, se confundían con sus compatriotas para saber de primera mano lo que sentían y necesitaban, cómo eran y cómo pensaban, para servirles mejor. Sabios.
También los libros de filosofía y los sagrados lo hacen, desde sus propios enfoques. En el Tao Te Ching, de Lao Tse, se pondera la relación del gobernante con su pueblo y la sabiduría de la conexión con sus requerimientos. En la Biblia se habla de la bondad que debe tener quien gobierna, que se concreta en su vocación permanente de conocer las necesidades de la gente. En el Corán se aborda el tema de los Gobiernos justos y equilibrados y del vínculo que deben mantener con el pueblo.
Las actividades que despliega el nuevo presidente, como sus decisiones respecto a quienes serán sus próximos ministros de Estado o a las relaciones que establece como prioritarias, muestran una imagen de la que podría ser su forma de ejercer el mandato que le concedieron millones de ecuatorianos que creyeron en su programa de fomento del empleo, crecimiento económico, combate a la criminalidad, educación y cultura, salud, inclusión social, reducción de la pobreza y reforma del sistema judicial y policial.
La prioridad que se otorga al aspecto económico, si bien es clave para enfrentar toda nuestra situación social deteriorada, no es suficiente. Las acciones tendientes a mejorar la recaudación de impuestos controlando la evasión proveniente de los grandes deudores, a controlar la corrupción, a optimizar el gasto en burocracia y otras son indispensables y deben ser tratadas con pertinencia profesional y compromiso ciudadano por parte del presidente y de quienes formarán parte de su Gobierno. También es preciso mantener contacto permanente, en el interior, con la gente y con la institucionalidad que se quiere cambiar: sistema de salud, prisiones, con los pobres y sus entornos para conocer y sentir sus carencias. Si no hay la intención de generar esa relación vital y virtuosa, toda acción será casi mecánica por la carencia del indispensable vínculo emotivo y solidario que se construye desde la proximidad como método de gobierno. (O)