A fines del siglo XIX, dos periódicos de Nueva York, el New York World, dirigido por Joseph Pulitzer, y el New York Journal, de William Randolph Hearst, se enfrentaron con tácticas sensacionalistas para ser requeridos por lectores y lograr así aumentar la circulación. El término “prensa amarilla” se acuñó para describir este estilo agresivo en la información y en la opinión.
Lo de “amarilla” se debió a que el año 1895, Richard F. Outcault, dibujante ilustrador, elaboró una serie de cómic para el New York World, al que le dio el nombre de “Yellow Kid”, niño pobre de barrio, vestido con camiseta amarilla y pantalones raídos, con chispa creativa, lo importante era hacer noticia, y esto lo asumió su diario. El New York Journal le respondió con similar estilo.
J. Pulitzer, el del New York World, que tuvo éxito motivando la prensa amarilla, en su testamento, estableció los Premios Pulitzer que desde 1917 entrega la Universidad de Columbia a quienes se destacan en el mundo, en periodismo y en ramas de cultura.
Siempre habrá el riesgo del sensacionalismo para informar, titulares llamativos, imágenes impactantes, uso de calificativos para ensalzar o para degradar, minimizar una noticia, empecinarse en posiciones, mantenerse en medias verdades, aun cuando no ignoren lo que omiten. Con la inteligencia artificial se montan escenarios y fotos. Los generadores de noticias y de opinión también acuden al sensacionalismo.
También siempre habrá gobiernos, actores políticos y otros que están en las noticias, por lo que dicen, hacen o no hacen, que tachan de parcializados a medios para intentar deslegitimarlos. Y están los que se niegan a informar, para que solo la versión que les interese se publique. Hay una confusión entre lo que debe ser informar. que conlleva permitir que se acceda a verificar la información, con publicitar. El silencio impuesto por orden o por miedo existe y no debe ser.
En gobiernos autoritarios e intolerantes, o con autoridades de ese talante, de la amenaza se ha pasado a procesar judicialmente a medios y a periodistas. Se han clausurado medios, se los ha asfixiado económicamente, se ha prohibido publicitar en medios, se ha perseguido vía requerimientos y glosas administrativas y tributarias.
En los medios, no es cierto que solo es publicable lo que quieran sus directivos. La información debe ser lo más objetiva en su texto y, si esta incluye entrevistas, ajustarse a lo que expresen los entrevistados. Otra cosa es la opinión del medio y de los columnistas.
En las investigaciones especiales concurren informaciones, entrevistas y opinión. El riesgo es la terquedad de afirmar un punto de vista, para luego sostener que esa debe ser la conclusión inamovible, aun cuando no llegue al extremo de Joseph Goebbels: “Repite una mentira con suficiente frecuencia y se convierte en verdad”.
Sin duda que la transparencia es lo que aproxima a la verdad. Eso no siempre lo comprenden gobiernos y otros actores. Prefieren armar versiones que asumen deben considerarse certezas. Es crear un autoengaño, es peor que esconder la basura debajo de la alfombra para que parezca que todo está limpio. (O)