En América Latina, la escuela debería ser la gran igualadora de oportunidades, pero los datos nos obligan a reconocer una dolorosa verdad: no se está cumpliendo. Aunque cada vez más niños y jóvenes acceden a la educación, la mayoría no está aprendiendo lo necesario para construir un futuro digno. Muchos gobiernos de marcada ideología progres genérica woke, se dedican a adoctrinar y concienciar más que a formar ciudadanos con pensamiento crítico y razonamiento lógico, útiles a la sociedad con competencias, valores y principios inmutables.

Según el informe PISA 2022, más de la mitad de los estudiantes latinoamericanos no alcanzan los niveles mínimos de competencia en lectura, matemáticas y ciencias. En República Dominicana, Panamá, Paraguay y Perú los resultados son especialmente preocupantes. Esta situación no es nueva, y las soluciones siguen pendientes. En Ecuador ni siquiera participamos en las Pruebas PISA.

Partidos políticos transnacionales

En Latinoamérica se invierte poco y mal. El Banco Mundial advierte que América Latina destina apenas un 4,2 % del PIB a la educación, por debajo del 6 % que recomienda la Unesco; en Ecuador fue 4,8 % el 2022; y peor aún, buena parte de ese presupuesto no se traduce en mejoras concretas para el aprendizaje. Los docentes no tienen la preparación, capacitación, herramientas ni el reconocimiento que merecen.

La desigualdad social influye en las aulas. En Brasil, el 70 % de los estudiantes de bajos ingresos no alcanzan niveles básicos en matemáticas, frente a un 30 % entre los estudiantes de familias más acomodadas (OCDE, 2023). La pobreza sigue siendo una barrera para aprender. Las pruebas Ser Bachiller en Ecuador determinan que en bachillerato los estudiantes no llegan a los mínimos conocimientos en las asignaturas y que los sectores económicos más vulnerables tienen menor rendimiento en el aprendizaje.

Cifras que ayudan

La pandemia dejó al descubierto una brecha digital que muchos preferían ignorar. Según la Cepal, cuatro de cada diez hogares rurales no tienen acceso a internet, y conectar escuelas no basta, hay que enseñar a usar bien la tecnología, capacitar a los docentes y garantizar acceso real en zonas rurales y marginadas.

Un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) estima que el bajo nivel de aprendizaje le cuesta a la región entre un 2 % y 4 % del PIB cada año. Es una pérdida silenciosa, pero gigantesca, de talento, productividad y posibilidades.

No existen recetas mágicas para solucionar el problema, pero sí caminos probados que debemos recorrer con decisión: dignificar la carrera docente. Formación inicial de calidad, capacitación continua, mentorías, evaluación profesional y salarios dignos.

Miedo al amanecer

Necesitamos currículos menos enciclopédicos y más orientados al pensamiento crítico, la resolución de problemas y las habilidades digitales. Educar para el siglo XXI exige repensar la escuela desde su raíz.

Una escuela no puede sola. Se necesita el compromiso de las familias, la transparencia en la gestión educativa y el involucramiento de todos los actores sociales. Las autoridades educativas deben elevar el rigor académico y mantener la disciplina, orden y control escolar. (O)