Para apreciar mejor la trascendencia de esta doctrina, plasmada en la Carta de Conducta adoptada por los países del Grupo Andino, reunidos en Riobamba el 11 de septiembre de 1980, en la que los suscriptores se comprometieron solemnemente al respeto a los derechos humanos, con la declaración expresa –y esto es tal vez lo más importante– de que la defensa internacional de estos principios no viola el principio de no intervención, es necesario trasladarse a la época en que esta proclama fue hecha. Seguidamente, se debe analizar la vigencia, la actualidad, de la doctrina.

En ese entonces, en el mapa de América Latina, se podía visualizar que había muchos países que gemían bajo crueles dictaduras militares, como en el Cono Sur, con gravísimas violaciones de derechos humanos; que tenían lugar luchas armadas terribles que desangraban a los pueblos, como en Centroamérica. El Ecuador mismo acaba de salir de una dictadura militar, al término de la cual había sido electo democráticamente Jaime Roldós Aguilera, quien tomó como bandera la defensa de los derechos humanos, de las libertades sindicales, del derecho a la huelga, que estaban severamente limitados, al extremo de que se podía desalojar a los trabajadores que se declaraban en huelga. Mucho debe haber influido en el carácter del joven presidente, el haber sido presidente de la Federación de Estudiantes Universitarios (FEUE), y haber luchado por el derecho a manifestarse libremente. Como presidente electo, presionó a la dictadura militar saliente a romper relaciones con el dictador Somoza, y visitó Nicaragua para reconocer al nuevo gobierno de la Junta Sandinista; fue el primero en hacerlo. Ya como presidente en ejercicio, fueron emblemáticas sus condenas a los regímenes dictatoriales: En julio de 1980, tuvo lugar un golpe de Estado en Bolivia; Ecuador congeló sus relaciones con Bolivia mientras dure la dictadura, y ofreció asilo a Jaime Paz Zamora y Hernán Siles Suazo. En la Reunión de Presidentes, en Santa Marta, Colombia, fustigó a los Gobiernos de Bolivia y El Salvador; este último protestó, pero eran evidentes los crímenes contra la población durante toda la época del Infierno Salvadoreño. La actitud de Roldós se proyectó al mundo por lo que sucedía en Afganistán, Angola, Camboya, Polonia. La política internacional independiente de Roldós podía situarle al Ecuador entre los Países No Alineados.

En el no reconocimiento a las dictaduras, Ecuador fue pionero desde principios del siglo XX, con la doctrina Tobar. Al inicio de la segunda mitad del XX, proclamó esta política el presidente venezolano Rómulo Betancourt, con la “doctrina Betancourt”. Roldós extendió estos avances civilizatorios con la protección de los derechos humanos. Todos estos antecedentes darían lugar, más tarde, a la Carta Democrática Americana. Estas doctrinas son las que se deben aplicar en casos como los de Venezuela y Nicaragua en nuestros días. Haría bien el nuevo gobierno de Ecuador en recurrir a la doctrina Roldós –reconocida en América– para su aplicación en los conflictos actuales de América Latina, especialmente. Eso le dará autoridad en medio de los vientos de izquierda que soplan en América Latina; impedirá su aislamiento, y le facilitará cooperación y convivencia con los nuevos regímenes. (O)