Demostrando admirable entereza de carácter –se diría que de audacia–, los presidentes Donald Trump y Vladimir Putin decidieron reunirse en territorio norteamericano, en Alaska, colindante con el de Rusia, para acordar, entre las dos grandes potencias nucleares, los términos de un posible acuerdo que ponga término a la guerra ruso ucraniana. Acto seguido, el presidente norteamericano, citó al presidente de Ucrania Volodimir Zelenski, para pedirle aceptar ese acuerdo; para compensar su debilidad, este último invitó a los líderes europeos de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) a acompañarlo. Trump, primero se reunió con el ucraniano y, luego, recibió a los demás visitantes; incómoda situación para estos, que, básicamente se limitaron a expresar su solidaridad con Ucrania, y solamente dos de ellos, el canciller alemán (que es el título de ese jefe de Gobierno) trató de dilatar un poco las cosas, repitiendo la tesis ucraniana de condicionar un alto al fuego para, luego, discutir los términos de paz; el presidente de Francia planteó que luego de este inicio habrá una revisión final que incluyera a los presidentes y dirigentes europeos. Me parece que estos dos planteamientos no prosperarán, porque dilatarían la solución pronta y, en el entretanto, continuarían las hostilidades, en las que Ucrania parece no tener posibilidad alguna de triunfo.

Semilealtad

En mi apreciación, los países de la OTAN calcularon que luego de la disolución de la URSS, Rusia estaba muy debilitada y podrían aprovechar de esta circunstancia para incorporar a Ucrania a su alianza occidental y quedar militarmente en ventaja. Esta parece que es la real causa de la guerra, pero no contaron con la reacción de Rusia que, bajo los gobiernos de Putin, se ha recuperado económica y militarmente; no solo ha resistido las sanciones económicas de Occidente, sino que ha progresado a pesar de ellas y, más bien, es Europa occidental la que ha decrecido: Alemania está al borde de la recesión. La unidad de Europa puede resquebrajarse; hubo señales de ello por parte de la presidenta de Italia. La OTAN misma, si Estados Unidos se retira de ella, perdería a su principal sostén y, tal vez, su razón de existir.

Rusia ha resistido las sanciones contra su petróleo y su gas, porque se los compran sus socios de los BRICS, China e India, que desafían las prohibiciones de Estados Unidos. También, EE. UU. estará considerando que, si China decide invadir Taiwán, su alianza con Rusia sería decisiva. En fin, vivimos un nuevo orden mundial: el de la multipolaridad.

¿EE. UU. se convertirá en un país autoritario?

Otro punto neurálgico es el de quién o quiénes garantizarían el cumplimiento del eventual acuerdo de paz; descartándose la pretensión de la OTAN y su artículo 5.

Trump ha sido categórico en afirmar que Ucrania no ingresará a la OTAN , que fue la pretensión que condujo a Rusia a iniciar la guerra. También ha sido categórico en que Crimea no será parte de Ucrania; en realidad, Crimea ha sido parte de Rusia desde que Catalina la Grande, derrotó al Imperio Turco.

EE. UU. 2025: innovación y audacia

En estas negociaciones geopolíticas está presente, invisible, pero poderosamente, el negocio de las industrias de armamento. (O)