¿Qué hace un cuento atractivo al lector? Hay teorías que coinciden en dos rasgos fundamentales: la economía del lenguaje y el rigor estilístico al servicio de la historia. Samanta Schweblin, escritora argentina y narradora por excelencia, emplea una analogía ideal: “es como estar frente a una lista de instrucciones muy precisas, de cómo moverte en una casa que no conoces para encontrar algo muy específico”. Y es precisamente esa sensación de ingreso a un territorio ajeno, desconocido y cargado de una situación inquietante lo que logra Historias sin sosiego (Universidad Casa Grande ediciones, 2024) del autor guayaquileño Carlos Villafuerte.
Los 16 relatos que conforman este libro se articulan en torno a las resonancias de la frase “sin sosiego”. ¿Qué es lo que provoca tanta inquietud? ¿De qué manera la vida cotidiana moldea los escenarios de la perturbación, el extrañamiento o la violencia –a veces imperceptible–? Los personajes lidian con conflictos internos que, impulsados por situaciones límite o necesidades de supervivencia, terminan emergiendo de manera inevitable. Tal es el caso del cuento Baño caliente, la narradora protagonista es una inmigrante en Estados Unidos que cuida a una anciana y en el cual describe las medidas extremas que la dueña de casa impone a la cuidadora.
Desde las primeras páginas, el cuento advierte: “Debo aclarar que nunca tuve la intención de matar a la vieja, solo quería que sufriera un poquito”. Con esta confesión inicial, la atmósfera influye en el tono del relato: mantenernos cerca del precipicio. El lector camina próximo a las revelaciones y sabe que en algún momento llegará la resolución, como una consecuencia inevitable. Un cierre con guiños de humor negro porque así funcionan ciertos designios en la propia vida, solo ocurren y el cuento los libera.
El lenguaje directo y preciso conduce al lector tanto a ambientes comunes como, en ciertos casos, a escenarios que oscilan entre lo cotidiano y lo insólito. Dos de ellos con un sutil halo fantástico. Esta elección estilística permite una exploración eficaz de diversos recursos narrativos que demuestran la eficacia del cuento, particularmente en la presentación del problema y el desarrollo de una acción que irrumpe o detona el curso de los acontecimientos. Un ejemplo claro de esta dinámica es Los santos, que transcurre en un convento de monjas y que está narrado desde la perspectiva coral de las efigies religiosas ubicadas en el lugar. Con tono lúdico y desenfadado, el texto se convierte en una crítica aguda a la doble moral, a la corrupción que rodean a una de las instituciones más respetadas: la Iglesia católica. El cristo de rojo también forma parte de esta intención.
Un elemento que no debe pasar inadvertido en los cuentos de Villafuerte es el rol de los epígrafes. Al menos tres corresponden a fragmentos de la banda de rock española Mägo de Oz, otros vienen acompañados de Medardo Ángel Silva, Julio Cortázar, entre otros. Las citas revelan la huella cultural del autor, sus referentes que se condensan y reconfiguran en el ejercicio creativo. Que estas Historias sin sosiego cautiven a más lectores. Como a mí. (O)