La Segunda Guerra Mundial terminó con la rendición del imperio japonés, luego que el 6 y el 9 de agosto de 1945 se detonaron dos bombas atómicas sobre las ciudades, de ese país asiático, Hiroshima y Nagasaki.

Según reportes murieron alrededor de 250.000 personas y 130.000 resultaron heridas. Sin embargo, muchos más morirían como consecuencia de envenenamiento por radiación y las consecuencias atroces que sufrirían como víctimas civiles de una confrontación militar.

He tenido ocasión de visitar Hiroshima y Nagasaki varias veces. Inclusive tuve el honor de ser asesor del gobernador de Hiroshima en la búsqueda de la paz. Tengo grabadas en mi mente las expresiones y terribles experiencias de los sobrevivientes, quienes hace menos de un año ganaron el Premio Nobel de la Paz, en reconocimiento a su dedicación a la causa de la humanidad. Los horrores de la guerra atómica nos enseñan que debemos unirnos todos al grito de “nunca más”.

Japón recuerda los 80 años de lanzamiento de bomba atómica en Hiroshima

La diplomacia ecuatoriana ha defendido la necesidad de eliminar los arsenales de armas de destrucción masiva, sean nucleares, atómicas, bacteriológicas o químicas. Lamentablemente, las potencias hegemónicas no piensan en la paz como un bien o un derecho de la humanidad, sino como un movimiento más de la “teoría de los juegos”, que impone movidas tácticas para el uso de estrategias defensivas y ofensivas.

Recuerdo que cuando ejercí la presidencia de la Conferencia de Desarme, en las Naciones Unidas en Ginebra, un colega de un país poseedor de armas nucleares me explicó que los países que no las tenemos somos vistos por ellos como organizaciones no gubernamentales (ONG), que aspiramos a principios, convenciones y el imperio del derecho internacional, mientras los que tienen este tipo de armas ejercen el poder y se guían solo por sus intereses.

El mundo entró en una nueva etapa luego del horror de los ataques con la bomba atómica y las estrategias de la guerra cambiaron drásticamente. Nuevos conceptos, como los de “disuasión nuclear”; “destrucción mutua asegurada”; y, “suma cero”, dominan hasta ahora el escenario de la guerra. Hemos vivido al filo de la navaja por 80 años, bajo la amenaza de la destrucción de la humanidad.

Museo de la bomba atómica de Hiroshima supera 80 millones de visitas en su 70.º aniversario

El desarrollo de armas de gran capacidad de destrucción, uso de armas autónomas de muerte, robots asesinos y de inteligencia artificial (IA) definirán los nuevos escenarios de los conflictos.

Basta recordar que un dron artillado despega cada 20 segundos de una pista en algún confín del mundo, con objetivos militares y civiles. La lucha contra el terrorismo iniciada después del ataque a las Torres Gemelas abrió un abanico de acciones clandestinas que no respetan los derechos de los civiles en las zonas de conflicto, tanto que las muertes y los heridos civiles son mucho más que las tropas de combate.

No podemos seguir viviendo al filo de una catástrofe. Lamentablemente, estamos lejos de la eliminación de este tipo de armas, en un escenario global donde el concepto de “daño colateral” se ha convertido en la nueva sentencia de muerte para los civiles inocentes. (O)