“Cada hombre, cada mujer, carga con su propia maldición”. Así empieza Las maldiciones, novela de Claudia Piñeiro, que narra la incursión de un joven en la política. La Maldición de Alsina sugiere que haber gobernado Buenos Aires impedirá presidir Argentina y que la maldición de una ciudad puede influir en el destino de sus gobernantes.

Mientras leía a Piñeiro recordaba la supuesta profecía de santa Marianita de Jesús en cuanto a que la destrucción del Ecuador se daría por los malos gobiernos. Mito o no, lo cierto es que refleja la dificultad de los gobiernos contemporáneos para legitimar su poder. Deviene así la cuestión: ¿Estamos condenados a tener malos gobiernos? Si así lo fuera, ¿qué es un buen gobierno?

Si bien los conceptos del buen gobierno se remontan a la Grecia y Roma clásicas y a etapas fundacionales de la ciencia política, todos ligan al soberano con la ciudad. F. Guamán Poma de Ayala (1616) destaca que en la colonia había un sistema mixto entre valores indígenas y la autoridad del reinado español, buscando el bien común. Para H. García López, en El buen gobierno… (2025), la profesionalización del servicio público es clave para un buen gobierno, hoy considerado “derecho humano de avanzada”.

A partir de las crisis globales de eficiencia, legitimidad, económica y gobernabilidad, en la década de los 70 surgió el modelo de la Nueva Gestión Pública (NGP) que promovía la instrumentación de la gestión privada en los servicios públicos y su oportuna tercerización. Varios factores (débil estructura, corrupción, estándares inalcanzables, diferencias culturales) obstaculizaron las esperadas reformas estatales y, por ende, su impacto.

Hoy, la posburocracia o pos nueva gestión pública es el nuevo modelo que privilegia la vinculación Estado, mercado y sociedad civil. Algunas de sus propuestas han sido implementadas ya en Ecuador: reducción de privilegios; gestión por resultados; ética en servicios; rendición de cuentas; gobierno electrónico y abierto; capacitación de servidores públicos.

¿Tendrá resultados la pos NGP o surgirá una pos pos NGP? Difícil saberlo cuando vivimos en un espacio de flujos, donde todo transita y no hay rumbos claros. Frente a la incertidumbre es frecuente la exigencia de contar con gobiernos fuertes porque nos sentimos un poco huérfanos, solucionando problemas que no hemos creado, observa Z. Bauman.

Se suma a lo dicho la impotencia del Estado para resolver antagonismos derivados de intereses individuales y grupales. De allí que siempre exista una insatisfacción latente y un límite de maniobra en el ejercicio del poder. No obstante, frente a la tarea titánica de gobernar, hay quienes no se rinden y tienen el arresto y voluntad necesarios para insistir en ello. Los anima el desafío de construir el bien común sabiendo que a veces se escabulle. Los subyuga el deseo de acompañar el malestar en la política reconfigurando su dirección. Los impulsa la creencia de que gobernar no es un acto en soledad. De que gobernar requiere de la sabiduría necesaria para lidiar con la imposibilidad de resolver todo. A esos líderes hay que aplaudirlos. (O)