Por simple novelería o como defensa anticipada ante futuras críticas, los consejeros electorales cometieron el error garrafal (“catastral”, diría un candidato) de difundir los resultados de un conteo rápido.

Fue un triple error.

Primero, como autoridad electoral ellos no deben entregar otros resultados que no sean los que va arrojando el escrutinio de todo el conjunto.

Segundo, a diferencia de cualquier estudiante de secundaria, no se enteraron de que las cifras extraídas de una muestra tienen un margen de error y que si dos o más candidatos mantienen una distancia menor a ese margen significa que están empatados.

Tercero, es un atentado contra el sentido común pensar que los candidatos no iban a tomar esas cifras como definitivas y que la más mínima alteración en el conteo total (el real, el válido, el único oficial) sería interpretada como fraude. Su ceguera en todos esos aspectos se hizo evidente con el sainete de recibir esos resultados en sobre cerrado, ¿o es que en realidad no conocían los datos que avalaban con su presencia?

El error múltiple tendrá consecuencias en el resultado de la segunda vuelta.

Las posibilidades de cualquiera de ellos que entre en esta se verán reducidas por las heridas que deja el enfrentamiento por unas centésimas de punto. Se podrá decir que la puja se habría producido de todas maneras, con o sin la intervención del Consejo Nacional Electoral, lo que es muy cierto. Pero, con toda seguridad, no habrían existido argumentos para sostener que se ha producido un fraude, que es lo que pregonan varios dirigentes del movimiento Pachakutik. Esa simple acusación será suficiente para que muchos de los electores que votaron en la primera vuelta por Yaku Pérez no estén dispuestos a apoyar a Guillermo Lasso en la segunda, en caso de que esas centésimas le favorezcan a él. No lo harán por alguien que —según el relato construido sin más fundamento que las cifras del conteo rápido— les robó la elección. Tampoco habrían surgido los resquemores de los votantes de Lasso para votar por Pérez, en caso de que él pasara a la segunda vuelta. Esa desconfianza se deriva de lo que ellos interpretan como chantajes y presiones violentas, así como del radicalismo exhibido en los discursos y en las redes

sociales.

En la tarde del viernes, al escribir este artículo, aún no se conoce el resultado del diálogo de los dos candidatos, de manera que lo único que cabe es considerar los posibles escenarios. El más beneficioso de estos para la candidatura que pase a la segunda vuelta sería el que establezca un acuerdo de apoyo en la campaña (y colaboración en el potencial Gobierno). Pero, dado que la propuesta de Yaku Pérez de recuento en todas las provincias es prácticamente inviable por razones legales y prácticas, él estaría obligado a ceder, ya sea en número de provincias o incluso en cambiar el recuento por la revisión de las actas. Pero el fuego atizado durante casi una semana le deja un margen muy estrecho para eso. Es una de esas situaciones en que el más mínimo retroceso sonaría a derrota. El sector radical del movimiento Pachakutik que trabaja para la candidatura correísta vería cumplido su objetivo de debilitar a quien surja de este entuerto. (O)