En mayo pasado se realizó en Barcelona la Tercera Conferencia Mundial de Educación Superior, donde se presentó la hoja de ruta que define el aporte pendiente de las instituciones de educación superior (IES) al cumplimiento del Objetivo de Desarrollo Sostenible n.º 4, uno de los 17 ODS aprobados en 2015 por 193 Estados miembros de la ONUNaciones Unidas para reducir la pobreza y lograr un desarrollo sostenible en 2030.

Según Unesco/Iesalc, el 75 % de las IES de la región ha incorporado el concepto de sostenibilidad (social, ambiental, financiera) en sus planes, pero son pocos los cambios significativos. Y es que su gestión en el escenario de hoy es ardua: la paz es cada vez más frágil, la pandemia genera mayor inequidad, la revolución digital afecta los empleos y polariza la sociedad. Se suman el cambio climático, los conflictos armados, la desigualdad de ingresos, el declive de la democracia, la migración.

Si bien las TIC han transformado la enseñanza, hay graves brechas digitales en países con menor desarrollo e inversión pública insuficiente. La movilidad internacional y el reconocimiento de estudios crecen rápidamente, pero existe gran disparidad en las tasas de acceso, graduación y empleo del alumnado. El centralismo afecta la autonomía universitaria y con ello, la innovación educativa.

... egresarán nuevos líderes, cuya enorme tarea será brindar respuestas distintas a los desafíos del complejo mundo actual.

En este sentido, el Reglamento a la LOES, expedido recientemente (Decreto 494), se acerca a la idea de que no existe un solo modelo de universidad. El tema fue debatido en Barcelona: “Las universidades deben desarrollar sus propios proyectos basándose en sus historias, raíces y misiones. La estandarización global no es útil en la internacionalización de la cooperación (…) ni sirve al objetivo de un mundo multicéntrico”.

He sostenido en textos sobre cultura universitaria que los modelos organizativos definidos por R. Birnbaum en los 90 (burocrático, colegiado, político, anarquía organizada y dinámico) se combinan ahora con modelos posmodernos (institucional, espiritual, feminista y de género), por lo que se requiere de varios marcos teóricos para comprender el funcionamiento de las IES y su particular interpretación sobre la calidad de los procesos de aprendizaje.

Para Unesco, las IES son un bien público clave para construir sociedades democráticas, sostenibles, resilientes y pacíficas; conectadas con la sociedad; comprometidas con una cultura de paz; dispuestas a incorporar actores diversos y generar sistemas inclusivos; abiertas a la integración disciplinar de ciencias y humanidades, y a la colaboración con la sociedad civil.

Son seis los principios que guían la agenda 2030 y que las IES ecuatorianas deberían acoger en sus planes estratégicos, a modo de referentes en la formación de los estudiantes: 1) Inclusión, equidad y pluralismo; 2) Libertad académica y participación; 3) Indagación, pensamiento crítico y creatividad; 4) Integridad y ética; 5) Compromiso con la sostenibilidad y la responsabilidad social; 6) Excelencia a través de la cooperación.

De nuestras aulas egresarán nuevos líderes, cuya enorme tarea será brindar respuestas distintas a los desafíos del complejo mundo actual. (O)