Fines de los 90, la película Mentiroso, mentiroso, interpretada por Jim Carrey nos sacó más de una risa. Es la historia de un abogado mentiroso, hábil en la palabra y la argumentación. Cuya labia y ambición le lleva a ofrecer cosas aunque no las pueda cumplir, pero a él no le importa porque sus falsedades le permiten ganar litigios. No obstante, la “destreza de engañar” se termina cuando su pequeño hijo pide a Dios que su padre deje de mentir.
Una mentira puede ser atractiva y persuasiva. Las mentiras seductoras se camuflan y son difíciles de identificar. Lo triste es que los mentirosos son carismáticos, dulces, de tono amable, sonrisa amplia y portadores de simpatía. Así, son muy populares en todas las esferas y muy cercanos a los poderosos.
¿Por qué los mentirosos son tan exitosos? Generalmente los mentirosos usan un acento de voz dulce, apelan a las emociones, los deseos o las creencias de la persona. Así, ¿cuántas veces un discurso dado desde un balcón nos embaucó?, ¿cuántas veces las palabras organizadas en una fórmula simple resultaron encantadoras? Hace unos pocos meses en Ecuador los políticos ofrecían viabilizar la gobernabilidad y colaborar con el nuevo Gobierno para el control de la violencia. ¡Y les creímos!
Hoy, el Estado requiere concertación para obtener recursos económicos que permitan al menos pagar a los empleados públicos y honrar la deuda externa. Pero en este momento crítico se observa que las verdades se ocultan y los razonamientos se reducen a oponerse a cualquier propuesta.
Quizá es hora de pedirle a Dios que intervenga para que los políticos dejen de mentir y usar su carisma para los fines mezquinos.
Para financiar la paz –que tanto anhelamos– se necesitan ingresos fiscales frescos. De ahí que elevar el IVA puede traer beneficios significativos al costear los servicios y sostener los programas estatales. Sin embargo, si no se implementa ningún tipo de financiamiento, no solo no se pagarán salarios; sino que corremos el riesgo de que el peso de las deudas (adquiridas en gobiernos anteriores) ahoguen al país e impidan solventar los costos de la paz y contraigan aún más la economía.
Pero volvamos a la película Mentiroso, mentiroso, aquella tiene un desenlace feliz, pues el abogado descubre que decir la verdad trae beneficios. La honestidad mejora su vida y la de su entorno, afecta positivamente los vínculos familiares, consolida las relaciones humanas y trae crecimiento profesional.
Quizá es hora de pedirle a Dios que intervenga para que los políticos dejen de mentir y usar su carisma para los fines mezquinos. ¡Imagínense que Dios, un día, atienda nuestra súplica! Posiblemente, tengamos políticos menos labiosos e imprudentes, pero más conscientes de que no deben difundir discursos simplones para problemas complejos. Si bien los discursos simples y potentes pueden ser atractivos –porque aparentemente dan respuestas rápidas– son un peligro.
Las soluciones instantáneas son portadoras de mentiras porque obvian el detalle. Tomar decisiones basadas en fundamentos implicará su tiempo y el análisis a profundidad de los datos, respaldarlos y transparentarlos.
Quizá sea hora de orar por el país para que nos guarde de los mentirosos y se logre una concertación. (O)