Miguel Ángel Nazareno, usando la denominación de Big Money para sus captaciones ilícitas, con sede en Quevedo, no ha sido el primero ni será el último cuentero en prácticas de fraudes en pirámide o piramidación, que se llama así porque el engranaje comienza con pocos participantes a quienes se les ofrecen –y se les cumplen– elevados intereses y otras recompensas, lo que lleva a que estos motiven a que se incorporen otros ‘inversionistas’, formándose una pirámide cuya liquidez permite pagar lo ofrecido a los primeros; y así, mientras haya más ‘inversionistas’ o se dé el incremento de lo que se ‘invierte’, la pirámide va in crescendo. Cuando se para el ingreso de captaciones, inevitablemente va a precipitarse el derrumbe de la pirámide y se causarán gravísimos perjuicios para los que no alcancen a retirar sus fondos, que serán los más de los ‘inversionistas’.
En Nueva York se dio la que armó el inmigrante italiano Carlo Ponzi, a inicios de 1920, para ‘beneficiar’ a inmigrantes de quienes captaba sus ahorros, anunciando que luego compraría el Hanover Trust Bank of Boston, para que sea “su” banco. En los resultados llegó a acumular millones y millones de dólares –y ya no solo de migrantes– habiendo personas que se endeudaban e hipotecaban sus casas, a bajas tasas de intereses, para invertir sus fondos con Ponzi a intereses sensiblemente mayores. El 26 de julio de 1920, la denuncia del diario Boston Post precipitó la crisis de Ponzi, en agosto lo declararon en bancarrota y luego se dieron el procesamiento y la detención de Ponzi. Los que creyeron en él acusaron que bancos y medios de comunicación lo quebraron. Así, hicieron de él un mito.
En el caso de Don Naza hay miles de personas de medianos y bajos ingresos, cuyas ‘inversiones’ suman millones de dólares; y, en muchos casos, no son ahorros, sino montos de liquidez transitoria con otros supuestos destinos para su utilización, por ejemplo, anticipos a productores agrícolas que han colocado su liquidez con Don Naza por pocos días, ahora con elevadísimo riesgo de perder esos valores.
En el Ecuador, el caso más conocido fue el del ‘prestigioso’ notario orense José Cabrera Román –fallecido por abuso de alcohol y otros consumos prohibidos, en Quito, en octubre del 2005–. Había armado una pirámide con más de treinta mil clientes –políticos, jueces, empresarios, militares de todos los rangos, entre otros– cuyas captaciones habrían pasado de 800 millones de dólares, parte ahorros, pero en elevados montos por créditos bancarios a menores costos, que se colocaban a mayor rendimiento con Cabrera.
Y sí se han dado alertas sobre los riesgos de piramidación; pero, mientras los audaces ofrezcan rendimientos muy superiores a los niveles de las entidades financieras formales, además en entornos de satanización de la banca, difícil será alejar tales riesgos.
Y no debería sorprender que haya lavado de dinero, por lo fraudulento de la práctica.
Debe haber sanción para los motivadores de la piramidación. En días próximos se sentirán mayores consecuencias cuando los que pierdan su dinero no puedan atender obligaciones porque desviaron su liquidez y la perdieron. (O)