Cuando la incertidumbre global es la única certeza, la visión estratégica pierde su potencia. Las crisis se superponen y observamos perplejos sus efectos adversos en todos los ámbitos. Pienso entonces, parafraseando a José Ortega y Gasset, que hay que construir el porvenir, no soportarlo.

En Financiación para el desarrollo: una cumbre clave para salir de la encrucijada, la CAF-BD (2025) indican que al 2030, fecha para cumplir los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible acordados en 2015 por 193 Estados Miembros de las Naciones Unidas, ONU, solo se lograría el 16 % de 132 metas a nivel global. En América Latina y el Caribe, el 23 %.

La diferencia de ingresos y riqueza en la región es “excesiva para su nivel de desarrollo y se acompaña de una notable inercia intergeneracional”. Aunque hay avances en energía limpia y acción climática, persiste la lentitud en educación de calidad, trabajo decente y crecimiento económico. El fin de la pobreza, hambre cero, reducción de desigualdades, ciudades sostenibles, y ecosistemas terrestres son mal calificados.

El Informe regional sobre desarrollo humano 2025 (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD), afirma que nos presionan tres dinámicas interconectadas: tecnologías digitales que configuran el discurso político; profundización de la fragmentación social; y clima cambiante, que impulsan la migración y minan la acción colectiva.

El PNUD insta a pensar desde una lógica proactiva que: 1) acepte la complejidad en lugar de resistirla y reconozca que no se avanza con los instrumentos, instituciones e infraestructura actuales; y 2) que ubique el desarrollo humano resiliente en el centro, entendido como protección de la vida, dignidad y posibilidades para recuperarse y prosperar frente a la adversidad.

El texto recalca que la noción del desarrollo, que asumía una trayectoria lineal de movilidad social de la pobreza a una clase media estable, ya no se sostiene. Destaca así el enfoque de las tres “I” para el desarrollo humano resiliente: Instrumentos para navegar la incertidumbre; Instituciones que se adaptan a la complejidad; e Infraestructura que potencie el poder transformador de las comunidades locales, con múltiples apoyos para su logro.

Civicus, en el Informe sobre el estado de la sociedad civil 2025, advierte que el orden internacional para proteger los derechos humanos corre el riesgo de desaparecer en función de la ley del más fuerte y liderazgos sin principios. Adoptar una “mentalidad de movimiento” con valores universales es esencial para que la sociedad civil opere bajo nuevas formas organizativas y de financiamiento que brinden beneficios tangibles y contrarresten “las seductoras, pero peligrosas narrativas del populismo, el nacionalismo y el autoritarismo”.

Escribía Z. Bauman que “entre la aceptación resignada y una decisión valiente de desafiar la fuerza de las circunstancias media el carácter”.

Hoy tenemos el desafío de construir desde nuestros breves espacios un porvenir de paz, libertad, equidad y seguridad. La ejemplaridad pública, la escucha atenta, el cese de la palabra ofensiva, la contención de la conducta violenta y los actos de amor impulsarían este proceso. (O)