Recordaré que varios ciudadanos apoyamos la propuesta de Simón Espinosa para, mediante plebiscito, derogar la Constitución de 2008 y declarar la vigencia de la inmediatamente anterior, la de 1998 y, así, no se produjera un vacío legal. Hoy, el presidente de la República nos consulta para convocar a una asamblea constitucional, pero no informa en qué consiste su nueva constitución, sino que nos avisará sobre ella después de obtener la aprobación popular. Es decir, estamos ante una consulta a ciegas: ¡nos avisará después de que el pueblo le haya dado plenos poderes, lo que convierte a la consulta en un acto de fe, no de Derecho!
Pasemos a los de las bases militares.
Lo que se vive hoy, geopolíticamente, es muy distinto de lo que ocurría a mediados de los años 90, cuando, en el gobierno de Jamil Mahuad, se concedió a los Estados Unidos el uso de lo que se conoce con el nombre de la Base Manta. La hegemonía norteamericana era indiscutible en el mundo luego de la desintegración de la Unión Soviética y, con mayor razón, lo era en América. Unas pocas voces nos levantamos en contra de esa concesión innecesaria en 1997.
En ese entonces eran desconocidos nombres como el de Rafael Correa, quien una década más tarde no renovó esa concesión al término de los diez años pactados (2007). Mucha gente, mal informada, atribuye a la no renovación de esa concesión todos los males habidos y por haber, y el aumento actual de la delincuencia, en 2025. Si se revisan las estadísticas, con la instalación de la base subieron los índices de criminalidad, y bajaron, luego, cuando la evacuaron.
Hoy, nuevas bases le expondrían al Ecuador a peligros innecesarios, ocasionados por las nuevas realidades mundiales y, señaladamente, por la que tiene lugar este momento en el mar Caribe. Ya vemos que, aun sin bases, nos hemos visto comprometidos, involuntariamente, por lo ocurrido con un ecuatoriano, víctima del hundimiento de la embarcación en la que se encontraba, donde tenían lugar las acciones arbitrarias de la flota norteamericana, hundiendo, lanzando misiles, contra pequeñas embarcaciones, generalmente de pescadores, en aguas internacionales. La amenaza de los Estados Unidos de actuar militarmente contra Venezuela ha provocado la reacción, entre otros, de Colombia y Brasil, no en defensa de Nicolás Maduro –cuyo triunfo electoral ambos gobiernos han cuestionado–, sino de la inviolabilidad del territorio latinoamericano. Vemos con satisfacción que en una conferencia en Asia, el presidente de Brasil, Lula da Silva, se ha ofrecido ante Donald Trump a ayudar a un entendimiento con Maduro, a que cesen las amenazas; ojalá esa iniciativa tuviera éxito. El peligro para Ecuador aumentaría mucho más si Estados Unidos invadiera territorio venezolano este momento en que ya hay presencia armada de Rusia y China de respaldo a Venezuela.
Hay una triste experiencia con las bases que Estados Unidos ocupó durante la Segunda Guerra Mundial: todas sus instalaciones las destruyeron. El daño ambiental en Galápagos fue inmenso. En su anterior administración, el señor Trump retiró a EE. UU. del Tratado Ambiental de París. (O)










