El 1 de enero de este año tuvo lugar en Brasilia la posesión de los nuevos presidente y vicepresidente de la República Federativa de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva y Geraldo José Rodrigues Alckmin Filho, en un escenario complejo marcado por el triunfo de la propuesta de gobierno de Alianza Brasil de la Esperanza, que recibió mayor cantidad de votos que la coalición del expresidente Jair Bolsonaro. La apretada victoria, con casi el cincuenta y uno por ciento de votantes a favor de Lula frente a un cuarenta y nueve por ciento a favor de Bolsonaro, significa que, en el inmenso universo de electores –alrededor de ciento veinte y cinco millones– la diferencia entre la una candidatura y la otra fue solo de dos millones de votos.
Bolsonaro jamás aceptó el resultado, compareció públicamente apenas el 1 de noviembre, agradeció a sus votantes y manifestó que “Os atuais movimentos populares são fruto de indignação e sentimento de injustiça de como se deu o processo eleitoral”, en explícito respaldo a las manifestaciones violentas que no reconocían los resultados y llamaban a rebelarse contra –según ellos– la ilegitimidad del proceso electoral.
Durante los meses de noviembre y diciembre, el clima social y político fue crispado, con posturas de polarización extrema, no solamente entre militantes, sino también entre ciudadanos e incluso en el interior de las familias brasileñas.
...Lula, además del cumplimiento de su plan de campaña, tiene la delicada y difícil tarea de unificar una sociedad fragmentada.
Un ambiente de gran inseguridad precedió al cambio de mando y por eso se extremaron medidas de seguridad para recibir a las representaciones de más de setenta países de todo el mundo. El presidente del Ecuador, Guillermo Lasso Mendoza, asistió y mantuvo una reunión bilateral con el presidente Lula para tratar temas que permitan fortalecer las relaciones entre los dos países, especialmente en aspectos de cuidado ambiental. Además, la toma de posesión estuvo marcada por el entusiasmo fervoroso de los seguidores de Lula que ven en su triunfo el rescate de la democracia y la posibilidad de construcción de un futuro mejor para todos y de ejecución de políticas públicas positivas en espacios estratégicos como la educación, naturaleza, salud y derechos.
Los actos ceremoniales fueron dos, uno en el Congreso Nacional y otro en el Palacio de Planalto, frente a la ciudadanía. La banda presidencial no fue entregada por el expresidente Bolsonaro, quien viajó días antes a los Estados Unidos, en un gesto que rompió la formalidad institucional, replicando lo que en el 2015 sucedió en la Argentina, cuando la entonces presidenta Cristina Fernández se negó a entregarla a Macri. Esa formalidad clave, en la ceremonia brasileña fue ejecutada por ciudadanos comunes que representan su gran diversidad: niño negro, indígena, persona con discapacidad, mujer negra, profesor, trabajador, acompañados por la perrita rescatada, Resistencia. Fue uno de los momentos de mayor simbolismo y emotividad de la jornada.
El presidente Lula, además del cumplimiento de su plan de campaña, tiene la delicada y difícil tarea de unificar una sociedad fragmentada. Varias partes de su discurso tocaron expresamente el tema y ahora es el momento de empezar a hacerlo. (O)