Thomas Hobbes lo afirmaba con el enunciado del escritor T. M. Plauto en Asinaria: “Lobo es el hombre para el hombre, y no hombre, cuando desconoce quién es el otro”. Depredador despiadado, lobo más que persona. De ahí la necesidad del Leviatán y su poder militar y policial, del Estado y la ley, para distinguir el bien del mal, administrar justicia y contener pasiones que podrían acarrear una guerra de todos contra todos y el triunfo del más fuerte.

Me pregunto... si disponemos de un tejido social que sostenga el Estado democrático de derecho...

En Así habló Zaratustra (Nietzsche, 1883), el profeta anuncia: “El hombre es una cuerda tendida entre el animal y el superhombre; una cuerda sobre un abismo. Un peligroso pasar al otro lado, un peligroso caminar, un peligroso mirar atrás, un peligroso estremecerse y pararse”. Así caminamos en estos días convulsos, en un angustiante intento por cruzar al otro lado del puente.

Me pregunto si contamos con una red que nos evite la posible caída o si solo hay abismo. Si disponemos de un tejido social que sostenga el Estado democrático de derecho –privilegiando la palabra y los acuerdos– sin desconocer la libertad ciudadana de protestar pacíficamente para obtener respuestas ante la desesperante situación económica y problemas de salud, educación, empleo y seguridad, en que sobrevive la mayoría. Si tras ese objetivo se puede atentar contra el derecho a la alimentación y movilización de la población, con bloqueos de mercados y carreteras, y destrucción de la propiedad privada. ¿Son los vándalos –infiltrados o no– quienes lo deciden?

Interesante, entonces, la reflexión de Z. Bauman a propósito de Zaratustra si nos pensamos como protagonistas de los sucesos. El material con el que se trenza la cuerda es lo que podríamos llamar historia, “pero es el acto mismo de entretejerse el que convierte el hilo en cuerda que puede ceñirse y atarse (…) si bien la selección de postes a los que debe atarse depende de los cordeleros más que del hilo que estos usan”. Los cordeleros, grandes actores de la trama que hoy nos enmaraña: el gobierno del presidente Lasso, la Conaie, el narco-Estado (financista bajo sospecha) y la sociedad civil.

Con el debido esfuerzo, planteaba Bauman, es posible ceñir la cuerda a una amplia diversidad de postes y convertir la memoria histórica en aliada porque el uso principal de la cuerda sería el juego de tira y afloja que conocemos como luchas de poder.

Importante también es el consejo de Maquiavelo: “Los príncipes se hacen grandes cuando superan las dificultades y los obstáculos que se les oponen (…). Un príncipe sabio debe crearse con astucia alguna enemistad, para que, después de someterla, sea mayor su grandeza”. Pero el florentino advierte que un príncipe no debe preocuparse de las conjuras cuando lo apoye el pueblo, pero “cuando este último está en su contra y lo odie, debe temer todo y a todos”. Complicada coyuntura para el presidente Lasso cuando la intensidad de la protesta ilustra la poca aceptación de su forma de gobernar.

Escribo el jueves cuando las fuerzas del orden se han retirado de la Casa de la Cultura y del parque El Arbolito, en Quito, los manifestantes rodean la Asamblea Nacional. ¿Pactos de por medio? Aúllan los lobos. (O)