La destitución de Dina Boluarte ha puesto en evidencia la debilidad institucional de ese país, en donde ningún presidente, desde Alberto Fujimori en adelante, ha cumplido un periodo completo o ha estado libre de enjuiciamiento por causas relacionadas a la corrupción. El caso peruano no es el único. Si miramos al conjunto de Sudamérica, observamos una sucesión de crisis políticas. Con la excepción de Uruguay y tal vez Paraguay, el resto de las naciones vive en condiciones de inestabilidad casi normales.

Venezuela es un ejemplo dramático de larga crisis económica, social y política. Maduro aún no muestra las actas de la elección que dice haber ganado. Colombia sufre una polarización extrema a la que se suma la violencia derivada de la persistencia de bandas armadas vinculadas a las economías ilegales de las drogas y la minería. Ecuador es una sociedad en permanente conflicto entre las funciones del Estado, desgarrada por la contienda entre fuerzas políticas irreconciliables; y además, asediada por la ferocidad del narco y por fracturas sociales históricas.

La creación del Nuevo Mundo

El Cono Sur no es muy distinto. Chile no ha podido aprobar dos veces una nueva constitución a pesar de la inconformidad general con la actualmente vigente. La política en Argentina, y la ausencia de consensos mínimos, sigue poniendo en riesgo la economía y deteriorando las condiciones de vida del país, y en Brasil, un expresidente acaba de ser condenado por su participación en una conspiración para producir ¡un golpe de Estado!

El conjunto del subcontinente está en ascuas, sus instituciones son frágiles y la violencia es un recurso usual de los actores sociales y de los Estados para interlocución con sus contradictores. En tiempos de globalización, la desigualdad histórica de sus sociedades, caracterizadas por la disparidad en la distribución de los recursos, generó élites rentistas que han perpetuado las asimetrías y que en buena parte son corresponsables de la dependencia regional en la exportación de bienes primarios: petróleo, minerales, soya. Ello explica bastante de su extrema vulnerabilidad a mercados internacionales; esas élites dependen, además, del acceso a recursos estatales. No son autónomas. La forma de insertarse en la globalización de actores cortoplacistas, permanentemente angustiados por las ganancias, generó economías nacionales que compiten y no se complementan con las de sus vecinos y que se materializan en la fragmentación regional, marcada por la desconfianza y la animadversión entre gobiernos con las mismas necesidades.

El Premio Nobel de la Paz

Las respuestas a las crisis políticas, en la mayoría de los casos, han sido la exacerbación del autoritarismo, la radicalización del discurso descalificador de los adversarios y el uso patrimonial de los Estados para defender, en situaciones de dudosa legitimidad, las atribuciones del poder, si se lo ostenta, o para erosionarlo deslealmente, si se está en la oposición. Esas conductas, a más de ineficientes, porque no resuelven nada, son perniciosas. En el mediano plazo Sudamérica no tendría otra puerta de escape que producir más democracia y mejores políticas de equidad y redistribución. Pero… poderoso caballero es don dinero. (O)