Del año 1963 tengo claros recuerdos. La jornada escolar estaba dividida por un par de horas para el almuerzo en casa, apenas habíamos vuelto a la escuela cuando nos avisaron que las clases se suspendían porque “había bullas”. Encontré a mis padres escuchando la radio, me contaron que el presidente de la República había sido derrocado por una junta militar. El concepto era nuevo para mí, tanto por mi edad, como porque se había vivido el más largo periodo de vigencia constitucional de la historia del Ecuador, ¡17 años! En noviembre de 1961 hubo un cuartelazo, pero no prosperó, aunque el presidente Velasco Ibarra fue obligado a dejar el poder, lo sucedió legalmente su vicepresidente, Carlos Julio Arosemena. En la escuela habíamos comentado los desafueros de este mandatario, éramos niños, pero nos llegaban y entendíamos esas lúgubres noticias que eran de total “dominio público”. Por eso el golpe fue recibido, me atrevo a decir, con alivio.