Nuestro planeta ha padecido de largos periodos de glaciación y calentamiento global. La última época de glaciación ocurrió hace 75.000 años y duró hasta 15.000 años atrás.
En ambos periodos ocurrieron extinciones de organismos vivos. En las últimas extinciones biológicas el humano actual (homo sapiens) ha contribuido con el daño a la naturaleza, cuando se vio forzado a adaptarse a los nuevos emtornos, generó cambios en el ambiente invadido que quedó en estado posterior de irreconocible. Los colonizadores de Australia al introducirse tierra adentro, descubrieron un extraño universo de animales y plantas. En ese momento vieron por primera vez canguros de 2 metros de altura y 200 kilogramos de peso, leones marsupiales, koalas suspendidos en árboles y aves de tamaño doble de las avestruces actuales. En los pantanos acechaban lagartos con cabezas de dragones y serpientes de gran longitud. En los bosques vieron el gigantesco diprodonte de 2,5 toneladas de peso. La mayoría de estos animales eras marsupiales como los actuales canguros, siendo en la bolsa abdominal donde sus crías completaban su crecimiento posnatal. Estos animales nunca han sido encontrados en los continentes asiático y africano.
Cuando el ser humano colonizó Australia, se convirtió en el mayor depredador biológico y desaparecieron todos los animales gigantes y una cantidad inmedible de especies entre aves, mamíferos y reptiles. Los cambios meteorológicos incidieron en esta extinción generalizada, pero se ha comprobado que el diprodonte gigante apareció en Australia hace millones de años, o sea que resistió en el tiempo al equivalente de diez épocas glaciales previas. También desapareció el 95 % de la megafauna australiana, y esto coincidió cuando apareció por vez primera el ser humano en dicha isla. El mismo fenómeno se dio en Nueva Zelanda cuando los pobladores maoríes hace 800 años llegaron a dicha isla, conduciendo a la desaparición de la megafauna y de más del 60 % de las aves. Este drama caótico se dio también en la extinción del mamut en Wranger en el océano Ártico hace 4.000 años, cuando los humanos llegaron a esta isla. En síntesis, la extinción biológica se debe en gran parte al momento en que el hombre se erigió en un asesino serial ecológico. Los seres humanos que habitamos lejos de la selva amazónica, con ignorancia pretendemos con argumentos económicos proseguir con arrebatar a la fuerza el derecho de los habitantes de la Amazonía de conservar su hábitat ecológico. No debemos dar paso a una actitud egoísta y torpe con la que tendremos autosuicidio a futuro, ya que una explotación violenta de nuestros recursos minerales repetirá la historia y desgracia de los pueblos africanos. Esto ha fomentado la corrupción en Ecuador y lo que ha obtenido en lo económico lo ha perdido en demandas judiciales, mala negociación de contratos y en negligencia operativa que ha condicionado desastres como el último en la provincia de Esmeraldas, que no será el primero ni el final. De dar paso al pedido de explotar el Yasuní, estaremos violando la Constitución (capítulos del ‘Buen vivir’, artículos 14 y 15, y capítulo de los ‘Derechos de la naturaleza’, artículos 71, 72, 73 y 74). No seamos pasivos espectadores de la violación a los derechos de los ciudadanos y del ecosistema de la Amazonía. (O)
Publicidad
Pedro Posligua Balseca, médico, Guayaquil