Es impresionante cómo, de manera burda, la gente exhibe una mediocridad galopante, con poses de hacer creer que son genios.
La ferocidad con que un sector de la Asamblea quiere, a toda costa, destituir a la fiscal general del Estado los mantiene ciegos frente a la opinión popular, y exhibiendo argumentos que son totalmente disparatados.
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La asambleísta que presentó la solicitud soltó argumentos que carecen de sentido, endilgarle la responsabilidad de la seguridad a la fiscal es un reverendo disparate. Y a punto seguido hablar de que la fiscal no se ha preocupado de la seguridad de los fiscales, sin analizar las razones presupuestarias, lógicas o coherentes, es otro dislate.
Desde mi perspectiva, es evidente que se trata de una consigna impuesta por alguien más, y que un ejército impulsa para cumplir la voluntad de ese alguien, sin siquiera respetar las leyes sobre el tema. Lo penoso es que se encuentran y encontraban en posiciones de manejo de un país: ¿así quieren volver al poder?, ¿atropellando todo? Si no hay respeto ni a la ley ni a los debidos procesos, ¿cómo alguien les puede confiar la administración de un país?
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Este mal accionar, ese menosprecio a las leyes y los procedimientos evidencian una actitud prepotente y dictatorial, caprichos de mentes deformadas por una deficiente formación, tanto familiar como académica, ponen en evidencia una conjugación de resentimientos sociales y complejos de largo aliento.
Mientras nuestra política caiga en manos de resentidos sociales, de acomplejados a tiempo completo, el Ecuador no va a salir adelante. (O)
José Manuel Jalil Haas, ingeniero químico, Quito