Según las encuestas que circularon el último día permitido por la absurda ley, tres candidaturas ocuparían los primeros puestos, a gran distancia de las otras trece. Asimismo, si los indecisos no dan una sorpresa, es muy probable que ninguna de ellas supere el cuarenta por ciento y que tampoco logre una distancia de diez puntos con el segundo. Por tanto, sería necesaria la segunda vuelta con unas duplas que podrían ser (en orden alfabético) Arauz-Lasso, Arauz-Pérez o Lasso-Pérez. Por otra parte, la Asamblea estaría bastante fragmentada y ningún partido obtendría la mayoría absoluta. Todo esto, por supuesto, en el marco de la múltiple crisis económica, sanitaria, política, social y ética.
Con esa realidad sobre la mesa, son muchas las hipótesis que se pueden plantear acerca del panorama que podríamos tener a partir del 24 de mayo. Entre todas ellas, la más importante es la que alude a la viabilidad del Gobierno. Al llegar con baja legitimidad de origen y sin mayoría legislativa, el ganador estaría frente al dilema de buscar alianzas que viabilicen la aplicación de medidas o tomar estas de manera inmediata a pesar de no contar con apoyo político. Con seguridad, cualquiera que sea la opción escogida, los primeros esfuerzos se concentrarían en el tema de la pandemia (lo que le daría oxígeno al Gobierno), pero la diferencia se encontraría en las decisiones económicas. La primera opción exigiría un trabajo político cuidadoso para evitar que los acuerdos con otras fuerzas políticas incluyan condiciones que signifiquen el sacrificio de parte de su programa. La segunda evitaría de partida ese riesgo y podría materializarse mediante la disolución de la Asamblea, permitida por uno de los absurdos constitucionales que se conoce como la muerte cruzada.
Lasso y Pérez estarían más dispuestos a optar por la primera salida, como se puede deducir de lo anunciado en sus campañas acerca de la búsqueda de acuerdos y, sobre todo, por el incierto resultado de la elección anticipada que se produce al aplicar esa disposición constitucional. Arauz podría inclinarse por la segunda, especialmente si, con reforma constitucional y cambios en la justicia de por medio, lograra la habilitación de su mentor para que pueda tomar la posta en esa elección. Algo de eso se puede encontrar en sus declaraciones acerca de reformas constitucionales y sobre todo en las que, desde octubre de 2019, viene haciendo Rafael Correa. También está el antecedente de los diputados de los manteles, que fue hecho en condiciones más complejas y sin una Constitución que lo respalde.
Se puede llevar más allá la hipótesis. Si se considera la magnitud de la crisis y se recuerda que la muerte cruzada está disponible para cualquiera de los candidatos que llegue a la Presidencia, se puede suponer que la tentación de aplicarla puede ser irrefrenable. Hay que recordar que por medio de esa disposición se elimina a la Asamblea y se convierte al presidente en legislador por sí y ante sí (por tiempo indeterminado, gracias a uno de los muchos vacíos constitucionales). En la práctica, es un caso insólito de dictador constitucional que puede gobernar por decreto y promulgar unas leyes que nadie debatirá. Obviamente, no es un recurso democrático, pero, en el país del absurdo, es constitucional. (O)