Desde más de 50 años a partir de las 10h00, quienes fuimos y son integrantes del barrio de las calles Sucre entre Pedro Moncayo y avenida Quito de Guayaquil, cada 30 de diciembre nos reunimos para despedir el año que al día siguiente fenece y celebrar el advenimiento del siguiente.
Es una costumbre arraigada convertida en tradición, resulta inadmisible no estar presente. Las familias objetaron la presencia por los peligros del COVID-19, pero es difícil romper una tradición barrial. Ahí convergen en franca y emotiva reunión todos, aunque les parezca raro. ¡Sí, todos!, los que aún gozamos de vida, los que se radicaron en el extranjero y recordamos a los que fallecieron no solo por la actual pandemia sino en décadas atrás o años recientes. Resulta inenarrable lo que sentimos en nuestras fibras más íntimas del alma que de manera mágica hace que observemos, conversemos, pensemos, también en los que ayer se fueron; sus recuerdos quedaron estampados en la calle manifestando nuestro ambiente festivo social. La reunión es entrelazada por amigos de varias generaciones, ya que esa populosa zona tiene como paradigma que aquel que llega a pisar sus calles no las deja jamás. Somos cientos los que aún pululamos en las esquinas de ese lindo barrio de Guayaquil. (O)
César A. Jijón Sánchez, Daule








