El que uno de los candidatos presidenciales haya pronunciado palabras que muchas personas, y sobre todo mujeres, hayan considerado ofensivas, y sobre las que se disculpa solamente por el malestar que han causado en muchas mujeres, no por lo dicho, me recuerda algunas de las expresiones proferidas en el pasado por candidatos o sus partidarios; o por gobernantes, y las consecuencias que sufrieron.

De las que más recuerdo: en la elección presidencial de 1960, el director de una de las campañas importantes se expresó en términos peyorativos de la masa popular que apoyaba a otro de los candidatos, calificándola de “chusma”. La indignación popular fue enorme, y el candidato que la representaba la defendió y habló de “mi querida chusma”, y con el apoyo de esa marea humana obtuvo una abrumadora victoria. El otro tema o eslogan de campaña se lo tomó de una expresión del candidato rival, persona por demás respetable, en el que afirmaba que “el Oriente es un mito”; probablemente quiso decir que la región oriental no era buena para la agricultura; había fracasado en los años cuarenta la exploración petrolera de la compañía Shell; solamente después de dos décadas tuvo lugar el descubrimiento de petróleo por la Texaco.

Retrotrayéndonos a los años cuarenta, el presidente de ese entonces, que era duramente combatido, particularmente por la derrota sufrida ante el vecino del sur y la suscripción humillante del Protocolo de Río de Janeiro, y porque se suponía iba a hacer triunfar al candidato oficial, afirmó que permanecería en el poder “ni un día más, ni un día menos”; la reacción popular lo derribó, poco antes de que concluyera su período, en lo que se recuerda como la gloriosa del 28 de mayo de 1944. Los insurrectos gritaban en las calles: “Ni un día más, ni un día menos, ja, ja, ja”.

Acercándonos a estos tiempos, un presidente calificó de “forajidos” a los manifestantes que reclamaban por la destitución de la Corte Suprema y su reemplazo por la despectivamente calificada de “Pichi Corte”. El presidente comprendió su error, quiso rectificarlo, pero, como ocurre tantas veces, demasiado tarde.

En el caso presente, el candidato pudo reconocer el error en su totalidad, pero se limitó a disculparse por los efectos y no su causa, porque sus palabras “causaron malestar en muchas mujeres”. Quedaron, por tanto, vigentes aquellas referencias a que las mujeres tienen que estar arregladas, bien vestidas, para conseguir novio. Nada dijo de las cualidades de la mujer, de su preparación profesional, su trabajo abnegado. Tampoco fue feliz su comparación de la buena presentación de la mujer con la de la economía. Ninguna de las dos debe depender del maquillaje.

Mientras tanto, las elecciones han sido adelantadas a una lucha sin cuartel en los organismos electorales. La ciudanía se limitará a escoger entre los candidatos que pasen el filtro de las mayorías móviles de tales organismos. Antiguamente, inscribían candidatos los partidos políticos o los ciudadanos con un número dado de firmas de respaldo. A la democracia la han pervertido las leyes de partidos y el Código de la Democracia. Hay que terminar con ellos. (O)