Fernando VII, rey de España, era hijo y sucesor de Carlos IV, los dos gobernaban España, pero el emperador francés Napoleón Bonaparte puso su ambición en esa tierra y la invadió, haciendo creer que venían los franceses como amigos. Carlos IV tuvo que abdicar y también Fernando VII renunció a la corona. Bonaparte se reunió en la ciudad francesa Bayona, los humilló, marginó y nombró rey a su hermano José Bonaparte, que era un borracho y el pueblo lo apodó Pepe botellas por su afición al alcohol.
Este hecho ibérico repercutió en América y si los españoles peleaban por su libertad de Francia, ¿por qué no América de la opresión española?, ya en América Venezuela, Argentina y Chile, entre sí buscaban la difusión de las ideas independentistas. Pequeñas fragatas navegaban en el Pacífico instando a la rebelión americana y uno de los que instaban fue Guillermo Brown; el 8 de febrero de 1816 respaldado por Argentina, navegó el río Guayas en pos de sus ideas, pero los españoles enquistados en Guayaquil hicieron creer que era una invasión pirata (las que siempre acometían la ciudad), pero hubo guayacos que no creyeron y siguieron en el afán de libertad. En el baile heroico organizado por Isabelita Morlás, en esta reunión llamada la ‘Fragua de Vulcano’ concretaron una junta para liberar a Guayaquil. Se reunieron unos 20 patriotas, muchos temerosos no aceptaron la jefatura de la revolución, pero resultó decisiva la voz de León Febres Cordero, quien sostuvo que primero había que hacer la revolución y después nombrar a los jefes de esta. Se hizo la revolución hace 200 años y ojalá hagamos los guayaquileños otra contra la corrupción que también ha pirateado la ciudad. (O)
Héctor J. Cisneros Arias, doctor en Filosofía, Guayaquil