Los responsables de la tragedia del malhadado día, en su orden, son: el poeta Javier Ponce, a la sazón ministro de Defensa, que se ha mantenido en silencio, escondido; denostó siempre de lo militar, justamente por eso Correa lo nombró ministro, es uno de los más rabiosos enemigos de las Fuerzas Armadas, seguramente tenía la consigna de debilitarlas (Ponce firmó la compra de los helicópteros Dhruv). Como ministro de Defensa, tenía toda la autoridad sobre los militares el 30-S y recibió de parte de Correa la orden de hacer el operativo militar para su “rescate”.

El responsable mayor es, sin duda, Rafael Correa Delgado, por la audacia irresponsable de meterse en el Regimiento Quito –la boca del lobo–, creyendo que con su sola presencia iba a resolver el reclamo policial, que se podía haber arreglado sin mayores problemas; además, quedarse en el hospital esperando que lo “rescate” el pueblo (otra irresponsabilidad de Correa) exacerbó los ánimos de los policías amotinados. Al conocerse que se estaba preparando un operativo militar para rescatarlo, los policías se atrincheraron alrededor del hospital policial y durante el operativo, que se realizó al caer la tarde y en la noche del 30-S, los militares fueron recibidos con fuego.

Todos conocemos que Correa, en un arranque de audaz show, abriéndose la camisa, desafió a los policías a que lo maten (fue un show premeditado, ya lo había repasado dos veces). Correa, como siempre, quería aparecer como víctima, dijo y, posteriormente lo sostuvo, que había sido secuestrado, que fue un intento de golpe de Estado y que lo habían intentado matar; todas esas patrañas fueron desvirtuadas totalmente.

Igual, el inefable Ricardo Patiño intentó levantar al pueblo para supuestamente ir al rescate del “secuestrado”, que deliberadamente se quedó en el hospital de la Policía. Recordemos que varios de los ministros, de ese entonces, declararon a la prensa que Correa no estaba secuestrado y que estaba gobernando desde el hospital.

La muerte de todas las víctimas de ese fatídico día es responsabilidad, única y exclusiva, de Rafael Correa, que debe ser procesado por crímenes de lesa humanidad. Su incondicional asesor jurídico, el sentenciado Alexis Mera, en una conversación con Correa, le había dicho: “tu karma será el 30 de septiembre”.

Algo que no se comentó más que en el libro del general Ernesto González, Testimonio de un comandante, en el que señala que Hugo Chávez, en ese entonces presidente de Venezuela y aliado incondicional de Correa, lo llamó pero, según relata el general González, no atendió esa llamada.

El tema es que Chávez le hizo el ofrecimiento ridículo a Correa de que le enviaría un avión con tropas venezolanas para rescatarlo, por eso le pidió el número del celular de González, que Correa autorizó para que sea transmitido por su edecán. Ese fue un grosero intento de intervenir en un asunto interno del país, que Correa y sus incondicionales jamás mencionaron. ¿Qué hubiera sido si quien le llamó al general fuese el embajador norteamericano?

Si Correa, al conocer el amotinamiento policial, sensatamente ordenaba desde su oficina de Carondelet, que los problemas que ocurrieron los resolvieran los ministros involucrados, a saber: Defensa, Gobierno y Finanzas, el reclamo policial hubiera pasado inadvertido, como un hecho sin importancia. Así procedió el presidente Jaime Roldós, en 1981, cuando de igual forma se amotinaron los policías del Regimiento Quito, es el ejemplo de cómo procede un estadista.

Han pasado 10 años de este triste episodio, está claro quién es el responsable mayor de los trágicos sucesos de ese día. ¡Ah! por comentarios de un exministro de Correa, quien se lo comentó a un periodista, se conoce que ese día los asesores más cercanos de Correa “hasta le rogaron” que no fuera al Regimiento Quito.

A a luz de los hechos y de la verdad, hace años que se debió establecer responsabilidades, aunque no es tarde. Los policías amotinados que se atrincheraron fueron los que abrieron fuego contra las tropas militares que hicieron el operativo de “rescate”, cumpliendo órdenes del presidente de la República –máxima autoridad de las Fuerzas Armadas– a través de Javier Ponce, ministro de Defensa. El rescate estaba planificado para hacerse cerca de la media noche, empleando vehículos blindados, estos venían desde Ibarra, no llegaban antes porque habían estado cumpliendo misiones de patrullaje en Esmeraldas; Correa no quiso esperar y le ordenó a Javier Ponce, ministro de Defensa, que disponga el rescate de inmediato. Como sabemos, hizo caso omiso a las recomendaciones, el resto es historia conocida.

Se instauraron procesos en todo el país por supuestos delitos como intento de golpe de Estado, secuestro, intento de magnicidio, incitación a la rebelión, ataque y resistencia, sabotaje y terrorismo, fraguados por Correa; con el tiempo, todos fueron desvirtuados.

Después de 10 años, las heridas no se han logrado restañar. Familiares de los muertos, heridos, perseguidos y presos claman por que se haga justicia.

Resulta raro que la Fiscalía presente cargo por homicidio en contra de los oficiales que comandaron el operativo de “rescate” de Correa y se ignora a los verdaderos responsables de esa tragedia que fue el 30-S.

Hay que recordar que los crímenes de lesa humanidad no prescriben. (O)