El coronavirus cerró las puertas de muchos hogares, pero abrió una ventana virtual para seguir impartiendo arte en cada casa. Cientos de academias que dejaron las tablas por el piso de un domicilio, los estudiantes paralizaron sus clases de ballet por un tiempo, pero el mundo no se detiene; el cuerpo pide expresarse por movimientos, quiere gritar pese a que nadie escucha, quiere llorar, y eso lo puede hacer mediante la danza. Hoy en día la condición del país sigue siendo la misma, las personas siguen tratando de convivir con el virus.
La danza ha hecho lo que las autoridades no pudieron hacer con la salud mental, es dar tranquilidad y permitir hablar sin palabras, desahogar sin salir del hogar. En una hora de ejercitarse y pensar en la secuencia coreográfica, niñas, jóvenes y adultos dejan la televisión y la vida sedentaria por algo productivo en salud y paz mental. El trabajo de aquellos que tienen academias de danzas no se debe entumecer, el camino es la disciplina, una disciplina que se gana con constancia y perseverando por ser mejores cada día. A través de la pantalla se evidencia que sí se puede seguir aprendiendo, sí se puede progresar, sí se puede superar los miedos. No importan las adversidades, cuando uno quiere estudiar busca la manera de hacerlo sin poner pretexto, solo lo hace. (O)
Yailene Ariana Arreaga Narváez, 28 años, Durán