No hay duda de que Jesucristo, Dios, vino para darnos ejemplo de cómo debemos comportarnos, qué debemos hacer y qué cosas tenemos que evitar.
Valioso ejemplo de una persona que con su estilo de vida, con sus palabras y sus acciones nos mostraba la manera correcta de comportarnos en la vida cotidiana. Las escrituras aseguran que Él no cometió pecado ni fue hallado engaño en su boca, por lo que se convierte en el ejemplo ideal para seguir sus pisadas.
Los padres de familia son los responsables de dar un buen ejemplo de comportamiento y de vida a sus hijos.
De nada vale un padre que con el cigarrillo en la mano aconseja a sus hijos que no fumen, pues con el ejemplo está diciendo todo lo contrario.
Se conoce que los niños son imitadores natos del comportamiento de los padres, por lo que el ejemplo es algo vivencial y no solo un mero asunto retórico.
Los más hijos pequeños hacen lo que ven, no lo que les dicen que hagan.
La Biblia en el capítulo 18 de Ezequiel advierte que un padre de familia bueno puede tener hijo malo, y que un padre malo puede tener hijo bueno.
Siendo así las cosas parece que existen otros factores afectando la forma de vivir de nuestros hijos.
No sorprende demasiado el ver cómo se transmite y contagia el comportamiento delincuencial de padres a hijos.
Antes y durante la pandemia hemos visto con ojos estupefactos cómo en ciertas alianzas de padres e hijos consumen juntos los delitos y se apoyan y se encubren los unos a los otros. Hemos contemplado estos casos en la desgraciada vida política que nos está agobiando y que nos avergüenza.
Por otro lado, vemos cómo ciertos hijos de padres ladrones viven con el imborrable dolor carcomiendo sus corazones, que los llevará, quizás algún día, a aborrecer dichas acciones perversas.
La sabiduría aconseja que debemos enseñar al niño, al joven, el buen camino por el que han de transitar para que cuando envejezcan no se aparten de él.
(O)
Gustavo Antonio Gerardo Vela Ycaza, médico, Quito