Si hablamos de corrupción y del severo sentido de la decadencia en los que se ha sumido nuestra moral como sociedad, tal vez Ciudad Gótica describe acertadamente aquello en lo que nos hemos convertido.

Ciudad Gótica porque sucede a todo nivel. Nos llena de indignación que los políticos infrinjan leyes porque votamos por ellos para que nos representen y no para saciar sus intereses individuales. Pero culpar de la corrupción solamente a la clase política es cegarse a la realidad. Pasa en las vías, en los hogares, en las empresas, en las universidades. Parece contagioso, para usar la palabra de moda. De hecho, es casi imposible distinguir cuándo una tarea, una investigación o una tesis de grado son elaborados por alguien más. Con esto dicho, es de conocimiento público que en Ciudad Gótica hay profesionales que jamás abrieron un libro.

Ciudad Gótica porque creemos que con cada elección finalmente llegará un Batman: una persona entrenada física e intelectualmente para combatir el crimen. Alguien moralmente construido en medio de este tenebroso lugar y quien ha decidido dedicar parte de su vida a preservar la ley en medio del caos. Idealizamos a ese Superamigo como alguien que no se ha contagiado de la podredumbre y, en este contexto sombrío, eso sí que es un superpoder. “Este es incorruptible,” nos convencemos, cuando en realidad es toda la sociedad la que parece tejerse entre fibras de corrupción como Hiedra Venenosa y desarrollarse en un lugar oscuro y moralmente cuestionable.

Ciudad Gótica porque muchos ambicionan el poder mientras buscan, a como dé lugar, derrotar a quien sí cumple la ley. Ciudad Gótica porque estamos llenos de Dos Caras, que mientras hablan de ayudar a los necesitados y acabar con los ricos, llenan sus propios bolsillos, desvían fondos, reciben coimas o se hacen los discapacitados para obtener beneficios. Ciudad Gótica porque tenemos a Silencio, aquel que mientras ocurre el robo y la extorsión, mira para otro lado, se hace de la vista gorda, calla, pues sabe que de nada sirve denunciar porque mañana sucede nuevamente y se vuelve otro caso de impunidad. Está Anarquía y los hábiles en piratería informática utilizada para engañar, están los Ventrílocuos mintiendo pero dando la impresión de que es otra persona la que habla, y están los Fantasmas escapando de la justicia en avioneta. Y finalmente, y quizá lo que hace a Ciudad Gótica tan peligrosa, vivimos bajo la permanente amenaza del regreso de un payaso atormentado.

La sociedad ecuatoriana ha heredado de su pasado colonial una estructura social con rígidas jerarquías, discriminativa, irrespetuosa de la ley, paternalista, clientelar, con proclividad a la corrupción, la irresponsabilidad y la holgazanería. No es una justificación sino un intento de encontrar una explicación a aquello que somos hoy. Osvaldo Hurtado explica muy bien esto en su libro Las costumbres de los ecuatorianos. Conclusión: en Ciudad Gótica, de esta pata siempre hemos cojeado y la pandemia nos sacó la Máscara negra, dejando al descubierto estas vulnerabilidades.

El Acertijo: ¿dejaremos, algún día, de atribuir nuestros aciertos y fracasos a la popularidad de Batman? (O)