El trinomio Estado, empresa y sindicato se ha visto atrapado en un ejercicio continuo de luchas y conquistas individuales, marcadas por la politización del derecho al trabajo, a la libertad sindical y la negociación colectiva. Tres fuerzas que han polarizado la construcción de la justicia laboral y desvirtuado el justo equilibrio entre derechos y deberes.

Despolitizar el rol del sindicato, para integrarlo como un habilitador estratégico de desarrollo equitativo y crecimiento sostenido, exige reconfigurar su estructura tradicional: centralizada, vertical y autoritaria hacia una estructura abierta, horizontal y democrática. Una reconfiguración que permitiría pasar de negociaciones defensivas a acciones colaborativas, poniendo en el centro la protección del trabajador y el empleo digno.

El trabajador deberá ejercer una mayor fuerza interna dentro del sindicato para tener una participación más activa en su transformación.

El mercado laboral reclama no solo autonomía en las negociaciones sindicales, sino también una mayor especialización en la gestión de los distintos frentes de la negociación colectiva; la transición de un liderazgo político a un liderazgo tecnocrático marcaría la diferencia en la democracia sindical.

La libertad de asociación y la negociación colectiva deben ejercerse sobre un sistema de gestión operativa diferenciada por la transparencia e integridad en el ejercicio del derecho sindical; una condición legítima al representar los intereses colectivos de sus afiliados. La organización sindical fortalece su reputación e impacto a través de una gobernanza estricta de sus procesos internos, que garantice el correcto uso de los recursos y mecanismos sindicales en función de los intereses colectivos del trabajador.

Autonomía, fortaleza técnica y transparencia operativa constituyen condiciones necesarias para construir confianza y credibilidad en las negociaciones laborales entre la empresa y la organización sindical, donde el equilibrio entre capital y trabajo permita establecer estándares laborales en torno a la productividad laboral y los índices salariales, la competitividad del talento humano frente a la automatización en las cadenas de producción, la flexibilidad laboral, la seguridad y salud en los ambientes laborales, la inclusión y la equidad social. Negociaciones que requieren agilidad y efectividad en la capacidad estratégica para encontrar el justo equilibrio entre los intereses de la empresa y los del trabajador.

Revitalizar la organización sindical y recuperar su legitimidad ante la empresa permitiría integrar su valor de representatividad en los procesos críticos del modelo de negocio; así como en la definición de sus políticas internas orientadas a cumplir, respetar y garantizar el ejercicio de los derechos humanos y su progresiva integración en la cultura laboral.

La empresa y el sindicato deben ser una fuerza única para conquistar la justicia laboral respaldada en el crecimiento rentable y sostenido del desempeño empresarial; el justo equilibrio entre derechos y deberes crea las condiciones necesarias para llevar la legalidad a la acción e incluso superarla. (O)