Ahora es una máxima el dicho de George Clemenceau: “La guerra es algo demasiado importante como para confiársela a los militares”. Esto significa que, si la guerra es, como lo dijo Carl von Clausewitz, “la política continuada con otros medios”, el manejo de la acción bélica debe hacerse en el marco de la actividad política general. En las últimas décadas se ha dado demasiada importancia a la economía, para muchos es el eje fundamental del manejo político. “Es la economía, estúpido”, famoso lema interno de la campaña de Bill Clinton, recuerda esa preponderancia, que hace perder la perspectiva de que lo económico es solo un constituyente de la globalidad política, importante, pero no el único. Así pues, en la política está implicado todo lo que tiene que ver con la vida de una sociedad en la que las entidades políticas ejercen sus poderes.
Lo hemos visto en la pandemia, los políticos, gobernantes o no, han tenido que desenvolverse en delicadas situaciones en las que la economía parece chocar con la salud pública. La máxima de Cicerón reza “Salus Populi suprema lex esto”, la salud del pueblo es la suprema ley, pero una correcta interpretación de esta doctrina supondría que los aspectos sanitarios y médicos, sin quitarles su enorme importancia, deben estar supeditados a los propósitos principales de la entidad política. Por eso los políticos deberían ser personas con conocimientos amplios, no necesariamente especializados, en algunas disciplinas fundamentales para el manejo del Estado y las otras entidades políticas. Concretamente, deberían entender de economía, salud pública, geopolítica, administración, derecho... El caso es que no sucede así, la clase política suele estar compuesta por individuos poco versados en todo. Estas observaciones tampoco quieren abrir paso a diletantes con conocimientos superficiales y no integrados en muchos campos.
Hace poco se decía que los gobernantes y funcionarios debían tener formación de mánagers, después de la experiencia pobrete de George W. Bush y sus colegas, la idea se abandonó. El manejo de las entidades políticas tiene puntos en común con la administración empresarial, como los tiene con la epidemiología, con la estrategia, etcétera, pero es teleológicamente distinto. Es decir, los propósitos, los fines, de la política son diferentes. Todo el mundo dice que los políticos deberían estar mejor formados, ¿pero en qué? Ya vimos el desastre al que nos llevó el dictador más masterizado del hemisferio occidental, los títulos son referencias, no garantías. Realmente un buen político debería ser un polímata, las palabras se parecen fonéticamente, pero sus significados divergen, aunque no se oponen. Político es quien maneja o quiere manejar la polis, la ciudad, el país. Polímata originalmente es el que tiene muchas lecciones, viene a significar que alguien tiene conocimientos operativos en diversas disciplinas. Dicho de otro modo, debe tener una visión holística, que puede ver el todo y las partes como elementos integrados en la totalidad. Se trata más de una actitud que de un saber, por eso no puede aprenderse en ninguna escuela o facultad. ¿Dónde lo hallaremos?
@AlfonsoReece