Me ha parecido supernecesario escribir sobre este tema tan importante en estos momentos. Es que, si bien es cierto, la pandemia generada por el coronavirus ha producido una serie de cambios en nuestra higiene personal, también ha originado una evolución en nuestros hábitos, ya sea de trabajo, en los estudios, en los quehaceres del hogar y en nuestras relaciones interpersonales.

Recordemos que la pandemia ha traído consigo una cuarentena y eso supone no solo el aislamiento obligatorio, sino también un cambio total en nuestra rutina diaria; en mi caso, tengo que trabajar desde mi computador personal conectado con mi oficina, entiendo que a otros les ha tocado movilizarse bien resguardados, ya sea por la necesidad de trabajar o para conseguir alimentos y medicinas.

Lo que no podemos negar es que este evento nos tomó a todos por sorpresa, hemos tenido que hacer “camino al andar” como dice la canción y acoplarnos rápidamente, pero como bien lo expresan las leyes de la física, toda acción tiene una reacción y todo cambio tiene una natural “resistencia”; es que los humanos somos seres de costumbres y es difícil transformarnos de la noche a la mañana. En esta ocasión no podía ser diferente, por lo cual en este sendero de aprendizaje precoz que nos ha tocado vivir, debemos ¡adaptarnos o adaptarnos!

Retomando el tema, motivo de mi artículo, en nuestros hogares nos ha tocado manejar esa evolución impensada hace unos pocos meses, y el convivir diario nos está pasando factura, porque no estábamos acostumbrados a vernos 24 horas, a estar trabajando y al mismo tiempo ver qué hace nuestra pareja o nuestros hijos en todo momento.

También nos toca ver que los roles que cada uno de nosotros desempeñaba, como, por ejemplo: “yo trabajo”, “tú estudias” y “tú administras la casa”, han dejado de ser tan específicos, porque parte de la convivencia de 24 horas hace que estos roles se mezclen y superpongan, en otras palabras: “ahora te toca ayudar” y esto aumenta aún más la tensión y el estrés.

Pero la mejor forma de combatir este estrés es aceptando que la vida cambió, porque después de unos días, semanas o meses cuando, Dios mediante, veamos la luz al final del túnel, las cosas no volverán a ser como antes y el habernos acoplado bien a este tipo de eventos abruptos nos volverán más fuertes, más eficientes; y no importa si eres hombre o mujer, eso da igual en este momento, porque tenemos que encarar la batalla y arrimar el hombro ante todo lo que hay que enfrentar. Si soy hijo y me toca ayudar a mi padre o madre en el trabajo, pues lo hago; si soy padre y me toca ayudar a cocinar, de igual forma colaboro; y si soy mujer y me toca salir a comprar, con todas las precauciones del caso, pues también lo hago.

Es el momento de romper paradigmas y ver todo esto como un aprendizaje y una experiencia que nos ayudará a ser mejores personas para un futuro, que hoy más que nunca se avizora muy incierto. Aprovecha ese acercamiento con tu pareja, con tus padres, con tus hijos o con quien compartes el día a día, para conocerlos mejor y disfrutar de cada día que tenemos de vida, una vida que puede esfumarse en cualquier momento, como lo vemos en los noticieros a diario.

Espero que mis palabras te lleven a una buena reflexión y aproveches al máximo para compartir con tu familia las tareas diarias durante la cuarentena, tal vez esta oportunidad de estar tan juntos no se repita jamás.

Como siempre un gran abrazo virtual para todos. (O)