En este momento, donde en los noticieros y las redes sociales sólo nos hablan de personas que fallecen día a día por causa del covid19, quisiera comenzar este artículo con esta cita: “Aunque ande en valle de sombre de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo”. Quien dijo estas palabras, que demuestran una gran confianza, fue el rey David de Israel, que reinó allá por el año 1040 a.C.

Si vemos las noticias locales o internacionales, observamos a nuestro alrededor, conversamos con nuestros compañeros de trabajo y con nuestros familiares, la mayoría coincidirá en que aún no vemos “la luz al final del túnel”. Nadie encuentra la cura a esta creciente enfermedad, no se descubre una medicina que la controle, y se habla de meses y años para que se elabore y compruebe una vacuna efectiva.

Todo este cúmulo de información está trayendo consigo una gran incertidumbre, sumándose a esto la escasez de dinero que cada día se profundiza por la falta de oportunidades para generar recursos financieros, por lo menos para producirlos en la forma como lo hacíamos antes.

Ante esta situación, he visto cómo muchas personas han sacado a flote su solidaridad para con el prójimo y eso es ¡excelente!, porque demuestra que las personas no solo nos enfocamos egoístamente en nuestro beneficio, sino que somos capaces de ayudar a otros que tal vez ni conocemos y lo más probable es que no los conoceremos nunca, pero que nos satisface ayudar y compartir con los que hoy necesitan, algo de lo que Dios y la vida nos ha dado la oportunidad de obtener.

No obstante, veo con preocupación que algunos se están preocupando más en el “cómo” que en el “qué”, me explico mejor, están empantanados con preguntas sobre ¿cómo puedo ayudar?, ¿a dónde envío el dinero?, ¿quién lo va a recibir?, y una serie de dudas, que incluso empiezan a derivar en situaciones “políticas”. Muchos se preguntan: ¿quién administrará los fondos?, ¿quién hará las compras?, ¿quién hará los pagos, el sector público o el privado?, y he escuchado preguntas de hasta en qué ley se basará el beneficio que se dará a los más desposeídos.

Quiero enfatizar que todas esas dudas y consultas son válidas, porque las cosas deben hacerse de manera planificada, organizada y transparente. Lamentablemente en algunos casos eso me suena más a “si no me responden todas mis dudas, yo no colaboro”, en otras palabras, significa que no quieren ser solidarios. Es que debemos comprender que, si nos detenemos mucho tiempo en analizar cada uno de estos detalles, mucha gente morirá por falta de medicinas, por falta de alimentos, etcétera.

Es válido hacer las preguntas mientras a la par vamos avanzando con la recaudación y recolección de los fondos y vamos haciendo los ajustes e implementando los controles necesarios para que las cosas salgan de la mejor manera y los fondos lleguen a los que más necesitan, pero seamos conscientes de que no saldrán perfectas. No podemos demorarnos más, porque el coronavirus no nos va a esperar a que nos pongamos de acuerdo.

Retomando las palabras de sabio rey David, confiemos en Dios para que nos ayude a contribuir con esta gran labor de ser solidarios con los que necesitan medicinas y alimentos y no pueden salir a trabajar, y confiemos un poco más en las personas que están a cargo de administrar esta gran obra, sea del sector público o privado. Pongámonos por un momento en los zapatos de quienes están esperando por esa ayuda, mientras acá debatimos sobre quién manejará los fondos.

Avancemos y no detengamos nuestra colaboración porque mañana podría ser muy tarde. (O)

Como siempre un gran abrazo virtual para todos.