Un minúsculo intruso -el coronavirus- ha puesto al mundo en alerta y, en ciertos lugares, de rodillas. Vivimos un nuevo milenio, es verdad, pero este mundo que se ufanaba de su tecnología y de todas aquellas puertas abiertas para entender mejor las relaciones virtuales del universo y que se aprestaba a dar un cambio de timón a su cultura, desafiando dogmas y consignas, se ve hoy arrinconado, obligado a cambiar sus hábitos, a mantenerse alerta para salvar su vida. ¿Por cuánto tiempo y con qué riesgos? No lo sabemos. Lo que sí empezamos a entender es que nuestra fortaleza tambalea, que nuestra ciencia esconde enigmas, que la vida es frágil y que desconoce la existencia y peligrosidad de potenciales enemigos porque cuando llega a conocerlos se siente perplejo, asustado e indefenso.

La reacción del mundo frente a esta nueva pandemia es tan variada como distintas somos las personas que habitamos los diversos países del mundo, es decir, el examen que empezamos a rendir para frenar el ingreso o propagación de este virus es tan diverso que bien caben algunas puntualizaciones para entender mejor lo que sucede en el mundo y, luego, lo que ha empezado a suceder en nuestro Ecuador.

-Luchar contra un enemigo invisible requiere de un entrenamiento muy especial porque contiene preguntas sin respuestas. Nos enfrentamos a un adversario cruel y ladino al que no le podemos ver. Solamente conocemos cómo se lo trasmite, dónde puede estar, cómo evitar su contagio. Cada día aumenta el número de víctimas en el mundo y se incrementa la desesperación por no contar con insumos médicos suficientes para combatir esta nueva pandemia.

-Ecuador ha comenzado a rendir un examen que con certeza no lo aprobará cum laude porque no estamos preparados para recibir órdenes y cumplirlas. Nos encanta reírnos de todo y de todos. Las redes sociales están repletas de frases, dibujos y videos creados para hacernos reír. Menospreciamos los peligros, somos osados, temerarios, arbitrarios. Pero ‘no hay mal que por bien no venga’, la vida nos coloca ahora frente a un acontecimiento no deseado, peor planificado, que bien puede servirnos para repensar comportamientos, extremar cuidados y auto disciplinarnos, ¿misión imposible?.

-Necesitamos pensar en los demás. Esta puede ser la llave que nos acerque a una posible solución. Si todo lo enfocamos únicamente desde y para nosotros saldremos muy mal parados. Es menester pensar y actuar desde y para los demás. ¿Por qué quedarme en casa, encerrarme y privarme de la libertad de ir a donde me guste? La respuesta correcta podría ser: por respeto a los demás, porque si yo me contagio seré un elemento difusor del mal. Si no me quedo en casa y si no observo las disposiciones dadas pongo en peligro a mi familia e incito a que otros hagan lo mismo. ‘Las palabras mueven, los ejemplos arrastran.’

La pandemia no es un juego. Vivimos horas de grave riesgo, personal y social. A extremos males, extremos remedios.

“La protección de nuestro mundo se encuentra en el corazón humano, en el pensamiento humano, en la responsabilidad humana", Vaclav Havel. (O)