Era el 30 de diciembre de 2019, Li Wenliang envió un mensaje a sus colegas médicos a través de un chat, advirtiéndoles del brote de un nuevo virus.

Cuatro días más tarde, Li recibió la visita de funcionarios de la Oficina de Seguridad Pública de China, acusándolo de hacer comentarios falsos que habían perturbado severamente el orden social y advirtiéndole que si continuaba con esa actividad ilegal sería llevado a la justicia.

La segunda semana de enero se confirmó la primera muerte por coronavirus.

Lejos de ahí, en el aeropuerto Heathrow de Londres, en la tarde del 17 de enero, David y su esposa Sally despegaban rumbo a Tokio. Iban a celebrar su 50.° aniversario de bodas en un crucero por Asia, a bordo del Diamond Princess.

El 1 de febrero, luego de haber visitado Japón, Hong Kong, Vietnam y Taiwán, David subió a su canal de YouTube un video contando la maravillosa experiencia vivida. La travesía se acababa y se aprestaban a desembarcar en el puerto de Yokohama, en Japón.

Sin embargo, dos días después compartiría una intrigante grabación. Desde el balcón de su camarote, algo confundido, anunció que se les había prohibido el desembarco. El crucero estaría anclado en medio de la bahía en una cuarentena. Se habían identificado casos de coronavirus en su interior.

Los siguientes días, ante la incertidumbre y la desinformación, David se encargó de registrar y subir a las redes sociales la angustia y caos que se vivían en el Diamond Princess, el foco infeccioso más grande del virus fuera de China.

Mientras ellos habían estado navegando, en el mundo ya se habían confirmado más de 10 000 casos de contagio y los muertos superaban los 200. La cuarentena decretada para Wuhan, capital de la provincia Hubei, epicentro de la epidemia, se había extendido a más de 20 millones de personas, prohibiendo salir de sus casas a los habitantes de 200 000 comunidades rurales. Se construyó, en diez días, un hospital de 34 000 m2.

El virus ya estaba presente en países de Europa, Asia y Estados Unidos. Los aeropuertos improvisaban aparatosos controles y, contagiado por la enfermedad, moría el “héroe anónimo de Wuhan”, el doctor Li Wenliang.

Un día antes de finalizar la cuarentena, David informó desde el crucero, con escepticismo, que pese a no evidenciar síntomas, se les había diagnosticado positivo de coronavirus a él y Sally, y en lugar de un hospital los llevarían a un albergue sin comunicación ni internet.

Finalmente, se detectaron 621 casos positivos entre las 3700 personas a bordo. Un estudio realizado por la Universidad de Umea, Suecia, concluyó que la cuarentena del Diamond Princess fue un gran error. David y Sally fueron derivados a un hospital, donde siguen siendo tratados y continúan registrando y comunicando la experiencia al mundo.

Mientras tanto, lejos de tratar de interpretar los vértices sociales de los sucesos del coronavirus, que se asemeja más a una nueva versión de Ensayo sobre la ceguera, de José Saramago, que a la realidad, en Ecuador se hacen chistes y stikers de la mujer que llegó de España con el virus. (O)