Nuestro invitado

Al parecer la teoría cuántica que se produce en el Palacio de Carondelet amenaza con zarandear los sustentos de la física clásica y de otras ciencias. Y es que el morenismo es incansable en aquello de introducir nuevas ideas encaminadas a explicar –desde su particular manera– la lógica con que se mueve este mundo gobernado por leyes que van más allá de las explicaciones convencionales.

Ahora resulta que los hombres que llegaron atrasados a la repartición de rostros perfilados deben cargar no solo con ese estereotipo que significa no encajar dentro de los conceptos tradicionales de belleza, sino también llevar en la espalda esa pesada cruz que representa tener que lidiar con una mayor probabilidad de ser denunciado por parte de una mujer como acosador sexual, en función ya no solo del proceder enfermizo o perversión con la que podría actuar cualquier individuo, sino también por su fealdad. Por diferencia, entonces, el ‘macho alfa’ que se gasta una buena pinta tendría un hándicap, pues, en su caso, podría el acoso sexual ya no necesariamente ajustarse a una conducta criminal sino quizá tener una lectura muy diferente. Lo que dijo el Lic. Moreno es que ‘…los hombres estamos sometidos permanentemente al peligro de que nos acusen de acoso…’ y con significativa prevalencia en el grupo de los menos agraciados, donde inclusive se actuaría con saña... Así los victimarios podrían terminar convertidos en víctimas y viceversa. Vaya el destino de los feos…

Ciertamente, no han podido ser más desafortunadas las declaraciones del primer mandatario. En su mensaje, vía Twitter, destacó: ‘…Me disculpo si se entendió así. ¡Rechazo la violencia contra la mujer en todas sus formas!’. Sin duda, está bien reconocer los errores, señor presidente, pero frente a un problema tan complejo y difícil, a lo mejor 96 caracteres no son suficientes para aplacar ese gran malestar que su declaración generó en una población que mira con preocupación cómo un asunto tan serio y que está presente en los lugares de trabajo, transporte público, centros de estudios, etcétera, pueda ser tratado con tanta ligereza. Esta forma de violencia contra la mujer no puede ser abordada desde la óptica de la broma o la chacota. Debería saberse que el acoso sexual es un delito mientras que el ocaso sexual una etapa natural del ciclo vital de las personas. Estos dos temas, sin duda, antes que risas, demandan seriedad en su tratamiento y más aún cuando viene desde las más altas esferas del poder.

Por otro lado, y como para no desentonar con la corriente cuántica, ahora en Ecuador se propone la digitalización de los servicios públicos. Se trata de implementar algo así como un Estado 2.0 en el que la población, desde la comodidad del hogar, y con tan solo un clic acceda a las prestaciones y servicios. Se habla de la educación y medicina virtuales a disposición de los ciudadanos. Desde el oficialismo se preguntan: ¿para qué construir más hospitales o escuelas si lo que se necesitan son plataformas digitales? Vivimos en un país que sueña jugar en las ligas mayores en el manejo tecnológico, aunque sus jóvenes tengan dificultades para refrendar la condición de bachilleres. Una realidad dura y fea… (O)