Hechos ocurridos desnudan una lamentable conducta de ciertos conductores, que demuestran que los trágicos accidentes de tránsito tienen un denominador común: la actitud agresiva.
Tomemos de referencia la carretera Babahoyo-Guayaquil, donde se producen accidentes. Cerca de la población Tres Postes, en la vía por ser recta, no es difícil observar a lo lejos que se aproximan vehículos y es posible tomar precauciones; sin embargo, sucede lo contrario ya que los conductores pretenden a grandes velocidades pasar temerariamente otros vehículos, ocupando el lado de la vía que no les corresponde. Esta conducta agresiva ocasiona accidentes fatales. El departamento de Ingeniería Vial del organismo encargado debe imponer medidas preventivas, poner en la vía elementos de división-separación (chirimoyas) y no solamente una línea de pintura que nadie respeta. Para entregar una licencia de conducir se requieren exámenes de habilidad sensorial, conocer de memoria la ley de tránsito; y en ocasiones se ejecuta extorsión, soborno.
Es tiempo que se realice un examen psicológico al aspirante a conductor, que mida la tolerancia a la frustración y la capacidad de controlar la conducta agresiva; de mostrarse esta tendencia, el examen debe ser complementado con una investigación clínica especializada que descarte los disturbios eléctricos en el cerebro o problemas psiquiátricos de fondo. Desgraciadamente exámenes que realizamos a pacientes indican, además, que el consumo de alcohol, drogas, ocasiona daño funcional y orgánico en los lóbulos frontales y cambio en los patrones de conducta; déficit de control de los impulsos, incapacidad de buen juicio y criterio y pérdida de la empatía social.
Convivimos con algunos sociópatas peligrosos. No se ejecutan medidas preventivas en los niños y los jóvenes, tendentes a evitar el consumo temprano de alcohol y de estupefacientes que impide la maduración de los procesos neurofisiológicos. En el examen de conducir es necesario determinar en los aspirantes si no son propensos a la conducta agresiva como: atravesarse a otros conductores sin poner luces de cambio de carril; conducir hablando o escribiendo por el teléfono celular; invadir la zona de seguridad y lanzar el vehículo a los peatones; apremiar en los cambios de luces de los semáforos; adelantarse a los vehículos que forman filas para virar en las vías; insultar mientras conduce; no cerrar las ventanas del carro y los hijos vayan sacando la cabeza y cuerpo afuera del vehículo; no guardar distancia con el vehículo que va adelante; tocar la bocina incesantemente; rotular la carrocería del vehículo con palabras desafiantes; manejar después de una noche de farra y no controlar la velocidad; menguar su eficiencia por el uso de drogas; fumar compulsivamente; reclamar airado y no pedir disculpas cuando es detenido por una falta de tránsito; ocultar que sufre de convulsiones no controladas, para obtener la licencia de conducir; haber sido citado varias veces por negligente y ocasionar accidentes.
La mayoría de las faltas en la conducción de un vehículo son por hábitos mal adquiridos, ya que después de repetir dichas acciones (por ejemplo, pasarse un semáforo), a las dos semanas se elimina el temor y el acto voluntario inicial se torna en acto automático, donde el desafío al peligro es una constante conductual. Ojalá las autoridades de tránsito y la Asamblea Nacional pongan interés para controlar las conductas peligrosas en la conducción vial.(O)
Pedro Posligua Balseca,
doctor en Neuropsiquiatría, Guayaquil