Por: Margarita Mayo *

El liderazgo de Donald Trump va a ser valorado de nuevo en las urnas este año que se somete a elecciones en noviembre del 2020. La opinión pública y los expertos políticos siguen divididos en cuanto a la efectividad de su estilo de liderazgo y su popularidad: ¿logrará la reelección?

Donald Trump rompe muchos de los esquemas sobre las cualidades del líder efectivo. Los líderes efectivos aceptan la crítica, tienen una actitud servicial, buscan el beneficio común y presumen de una comunicación respetuosa.

Sin embargo, Donald Trump arremete contra aquellos que no están de acuerdo con él, ha sido descrito como egocéntrico y narcisista por buscar su propio interés, y no es precisamente políticamente correcto en sus comentarios –dice lo que quiere y cuando quiere, liderando a golpe de Twitter en muchas ocasiones con insultos y comentarios negativos–.

Pero, en contra de los pronósticos, Trump fue elegido presidente de Estados Unidos en el 2016 y su popularidad se ha mantenido a nivel medio y estable en los últimos meses. Según la encuesta publicada por FiveThirtyEight el 1 de enero de 2020, su popularidad es del 42,6 %. Aunque algo más baja que la de Obama con el 45,7 % en la misma fecha, no es muy diferente. Y la página de apuestas políticas PredictIt otorga a Trump el 47 % de probabilidades de ser reelegido, seguido por el exvicepresidente Joe Biden con el 21 %.

¿Cómo podemos explicar el liderazgo de Trump? Aunque personalmente no comparto su ideología política, como psicóloga y profesora de liderazgo me parece interesante entender las claves de su liderazgo. Pero no nos sirven las teorías clásicas. Necesitamos una nueva perspectiva de liderazgo que se centre en la psicología de los seguidores. En el 2016, Tim David fue uno de los pocos analistas políticos que dijo: “te guste o no, Trump va a ganar las elecciones” porque sabe cómo influenciar.

¿Cuáles son las tácticas de influencia que funcionan para conectar con una parte importante de los ciudadanos americanos?

1. Visibilidad del líder.- Desde Europa, muchos hemos visto con perplejidad la popularidad de Donald Trump como líder. Una explicación tiene que ver con la simple presencia del líder en la vida cotidiana de los ciudadanos en Estados Unidos. Para que el líder sea influyente, la gente tiene que hablar de esa persona. Para bien o para mal, cuanto más expuesto está el líder a los ciudadanos, más probable es que forme parte de sus modelos mentales. Con el tiempo estamos más predispuestos a aceptarlo como algo natural. Esta visibilidad se puede conseguir hoy en día mucho más fácilmente con el uso de las redes sociales en las que Trump se distingue.

2. Simplicidad del mensaje.- La gente recuerda un mensaje simple y claro. Aunque los problemas sociales y económicos de un país son complejos, la mayoría de la gente prefiere soluciones sencillas. Nuestro cerebro recuerda mejor los mensajes simples, cortos y claros. El reto de los líderes políticos es comunicar temas complejos de forma simple, adaptando el lenguaje a una audiencia más amplia. El lema de Trump en las elecciones pasada era fácil de recordar: “Make America Great Again!” (Hacer a Estados Unidos grande). Dado su éxito, el eslogan de este año ha variado muy poco: “Keep America Great” (Mantener a Estados Unidos grande).

3. Visión positiva.- Es más fácil inspirar a la gente con una visión positiva de futuro que con los procesos para llegar a esa meta. Aunque algunos ciudadanos son partidarios de discutir abiertamente políticas concretas, la mayoría de la gente quiere ver resultados claros y a corto plazo. Y los líderes políticos se sienten más seguros presentando solo la luz al final del túnel para evitar así posibles confrontaciones sobre cómo conseguir los objetivos.

4. Enemigo común.- Nada une más a un grupo que un enemigo común. Muchos líderes políticos utilizan una línea divisoria para crear su propio espacio electoral. Por ejemplo, la élite versus los trabajadores. Los psicólogos sociales como Henri Tajfel han demostrado que esta estrategia funciona incluso cuando dividimos a la gente en grupos basados en el azar al tirar una moneda ‘cara’ o ‘cruz’. Aquellos en el grupo de ‘cara’ prefieren cooperar con otros que pertenecen a su mismo grupo y competir con miembros del grupo contrario. Esta mentalidad de ‘nosotros-ellos’ también lo vemos en los equipos de fútbol –Real Madrid contra el Barcelona–.

5. El poder de las emociones.- Una de las presunciones de muchas campañas electorales es que la gente es racional. Pero ¿la gente vota con la cabeza o el corazón? Trump no es precisamente un líder que base sus argumentos en datos, sino más bien en emociones unidas a una identidad. Cuando la gente se enfrenta a un peligro, responde de una forma automática y emocional porque se dispara el sistema límbico de nuestro cerebro que toma el control sobre la parte racional, la corteza pre-frontal. Estos son los dos mecanismos que el psicólogo Daniel Kahneman explica en su libro Thinking Fast and Slow. Los líderes como Trump estimulan nuestro Fast Thinking, pero inhiben nuestro Slow Thinking votando de una forma más emocional que racional.

Donald Trump utiliza de forma intuitiva tácticas de influencia para llegar al cerebro y el corazón de sus votantes. Ha creado la ‘marca’ Trump con la confianza, asertividad y el carisma que necesita una parte de la sociedad amenazada por el miedo. Sin embargo, la sinceridad y la empatía tan necesarias para atajar retos globales como el cambio climático no son todavía parte de su marca. (O)

* Margarita Mayo, PhD., es profesora de Liderazgo en la IE University, autora premiada por el libro “Yours Truly: Staying Authentic in Leadership and Life” y conferenciante reconocida como uno de los mejores pensadores del mundo empresarial por Thinkers50.