... f ueron buenas”, máxima cervantina a la que siempre me he acogido, por lo menos en esta columna en la que procuro no exasperar con insistencias y repeticiones. Pero mi artículo de la semana pasada sobre el resentimiento fue seguido por reacciones de lectores, algo siempre grato incluso cuando discrepan con cortesía, que en esta ocasión merecen aclaraciones. El texto estaba dedicado a analizar el concepto de resentimiento de Max Scheler (Múnich, 1874-Fráncfort del Meno, 1928), quien considera que es un sentimiento insatisfecho de venganza, que obnubila la razón hasta considerar que la destrucción de la causa o el causante de un supuesto mal es un deber. Aceptamos la demoledora crítica que hace este filósofo alemán a la tesis de su compatriota Friedrich Nietzsche, el cual sostenía que la moral cristiana era resentida, pues sus valores contrarios al placer y la riqueza eran una reacción de esclavos contra sus señores que disfrutaban con deleites fuera de su alcance. En cambio, podemos decir que para Scheler el cristianismo no es una exaltación de la pobreza, sino del amor.

No obstante Scheler advierta que hay un trasfondo resentido en las interpretaciones del cristianismo que consideran el advenimiento del reino de Dios como una venganza contra los ricos, una tendencia temprana dentro de la Iglesia y que se exacerba en el llamado cristianismo social más moderno, que pretende encontrar en el evangelio un programa de implantación, incluso por la fuerza, de una sociedad socialista, dicho llanamente. Ambas visiones, la de la venganza y la de la imposición, niegan el amor. Comenzamos a acercarnos al punto que originó nuestra búsqueda: ¿en la ola reciente de violencia en América del Sur hay una erupción de resentimiento?

Sí, por cierto, respondemos. Las corrientes de la teología de los pobres y de la liberación se alinearon frontalmente con los grupos violentos, como se vio en las universidades católicas de Quito. La visión y la metodología de los levantamientos, que lleva a hordas agresivas a la destrucción irracional de bienes públicos y privados, al saqueo y hasta el abuso sexual, no busca ni siquiera la redistribución, sino simplemente que el otro no tenga. El resentimiento es una pasión de odio, no pretende arreglar las causas del supuesto mal, sino castigar al que interpreta como culpable de su desgracia real o imaginaria. En este caso la obnubilación proviene de un sistemático envenenamiento por varias generaciones de las mentes a través de la educación y la cultura tomadas por creyentes socialistas... más bien dicho, dejadas en manos de la izquierda por los grupos dominantes, empeñados en visiones inmediatistas, interesados solo en el negocito de hoy, sin perspectiva de país ni de futuro. Construir una sociedad republicana, liberal y capitalista desde sus bases, no ha sido de su interés, probablemente porque no saben lo que significan esta palabras. Scheler advierte cómo la casquivana sociedad del rococó llevó a esa gran eclosión de resentimiento que fue la Revolución Francesa. Pero las lecciones de la historia son infructuosas para los alumnos distraídos en liviandades y refocilados en la molicie. (O)