Siendo Ecuador un país agroexportador por antonomasia es fundamental que cuente con modernos, expeditos y versátiles puertos marítimos o fluviales que garanticen el acoderamiento seguro, descarga rápida y carguío eficiente de buques de superiores capacidades, en aguas tranquilas, haciendo de la transportación acuática un factor de competitividad con tarifas razonables que tornen exitosas las cadenas productivas. Estos maravillosos enclaves que la naturaleza ha facilitado a Guayaquil, son parte de su dinámico convivir, indispensables para el manejo de grandes volúmenes, típicos de la exportación bananera.

Nuestra urbe, denominada con justicia ciudad-puerto por sus antecedentes históricos que datan desde su fundación, tenía un impedimento de crecimiento por la presencia de formaciones rocosas conocidas como Los Goles, verdaderos obstáculos para la profundización del canal de acceso desde el ancho mar a las terminales públicas y privadas, cuyo abatimiento rodeado de un halo de misterio que –perduró 60 años– se creía imposible, pero no lo fue para el visionario exalcalde Jaime Nebot Saadi, quien logró, luego de una insistencia tenaz y patriótica, que se otorgue a la Municipalidad la competencia para acometer ese desafío, con una inversión de 100 millones de dólares, sin comprometer las arcas municipales, ni las del gobierno central, peor a los productores-exportadores, sino que será asumida por las empresas navieras equiparando el aumento de la tasa de navegación con un mayor volumen de carga, a los mismos costos, aplicando economía de escala.

Esta trascendental obra fue continuada hasta su apoteósica culminación por la alcaldesa Cynthia Viteri Jiménez, en apenas nueve meses cuando estaba prevista para dos años, ahora las terminales podrán recibir navíos de mayor calado, vigorizando la posición competitiva ecuatoriana tanto para los bienes que venda como para los que importe, ratificando que Guayaquil no es solo un puerto de la ciudad, sino de la nación entera, puerta de salida y entrada del 85 % del comercio exterior, base de la economía del país, realidad inmortalizada por el poeta Pablo Hanníbal Vela Égüez en su canto Guayaquil, pórtico de oro, musicalizado por Carlos Rubira Infante, entonado por todos con unción.

Otra obra monumental cuya competencia reclama la ciudad a través de la firme posición de su alcaldesa, con la misma filosofía de alianza público-privada, es la inmediata construcción del Viaducto Sur, que acortará distancias, ahorrará energía, reducirá contaminación, dará fluidez al tráfico urbano, acercando los prolíficos centros agrarios del Ecuador a los puertos ostensiblemente mejorados, con máxima receptividad a los aumentos de carga exportable.

Es necesario resaltar el rol de los puertos privados, aquellos sin exoneraciones tributarias y arancelarias, y también los concesionados, que han respondido con prontitud al ascendente movimiento de carga, ahora en capacidad de crecer gracias a un canal de acceso de mayor hondura, que los impulsará a continuar realizando inversiones en infraestructura, mejoramiento logístico, automatización de procesos, observando que los “2,75 metros adicionales de inmersión, por la profundización del canal, aumentan 40 % la capacidad de carga”, elemento favorable a la libre competencia, siempre positiva en las actividades portuarias, expresión vívida de la soberanía nacional. (O)