El argumento de la ‘persecución política’, para salir del paso ante denuncias, se va convirtiendo en casi una identificación de aceptación tácita de lo que se pretende desmentir. Esto deberían analizarlo quienes recurren a esa muletilla y ser un poco más inteligentes a la hora de hacer declaraciones, pues siendo humanos, con certeza habrá uno o más de uno del entorno que yerre o peque, por lo que les haría bien a los que tienen expectativas electorales, seleccionar a quienes defienden, por aquello de “dime con quién andas y te diré quién eres”.

Esto, a propósito del escándalo político de la semana: la detención del cura José Tuárez.

Como se conoció, el pasado jueves, en el denominado operativo Emperador se lo detuvo, junto con otras 33 personas que presuntamente integran una organización dedicada a ofertar la obtención de contratos y cargos en varias instituciones del Estado, entre ellas la Dirección de Aviación Civil (DAC) y la Aduana, para lo cual presuntamente pedían grandes cantidades de dinero, que van desde los cinco hasta los veinte millones de dólares, según la Fiscalía.

Aunque Tuárez ha dicho ser inocente, luego de la audiencia de formulación de cargos que duró 12 horas, se le dictó orden de prisión preventiva, al igual que a otros 27 procesados por asociación ilícita, mientras que seis recibieron medidas sustitutivas por presentar algún tipo de discapacidad.

La investigación que le tomó tres meses a la Fiscalía reúne pruebas documentadas de las pesquisas con videos e interceptaciones telefónicas, además de los elementos incautados en los allanamientos realizados en las provincias de Guayas, Manabí, Pichincha, Los Ríos, Tungurahua y Sucumbíos, entre los que se cuentan dos armas, municiones, dinero en efectivo no cuantificado, documentación, cheques, facturas, etcétera.

Además de Tuárez, en la lista destacan otros personajes con conexiones o familiares importantes. No podía ser de otra manera, pues la forma como funciona el tráfico de influencia es demostrando que se cuenta con un familiar o conocido que a su vez ‘tiene un pana’ que posibilita la obtención del contrato o del cargo, siempre y cuando reciba su pago.

Entonces… es necesario que se determine quiénes son esos familiares, conocidos o amigos que harían posible que se otorguen los contratos y los cargos. De lo contrario, de qué estamos hablando.

Ahí se entiende por qué se recurre a la muletilla de la persecución política.

Los panas de los 34 procesados deben estar comiéndose las uñas por miedo a ser expuestos, que es lo que merecen por el mal que le causan a la sociedad al promover la corrupción.

Volviendo al cura Tuárez y cómo logró convertirse en influyente, este Diario publicó ayer una cronología de su meteórico ascenso y caída: en febrero del presente año se postuló para ser miembro del Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS), auspiciado por varias organizaciones sociales. En marzo ganó la elección, y en junio fue elegido por los otros vocales para presidir por dos años el organismo que lidera la Función de Transparencia y Control Social y se encarga de organizar las correspondientes comisiones ciudadanas seleccionadoras para escoger a las autoridades de los organismos de control.

La elección y actuación de Tuárez estuvieron empañadas por irregularidades y fue sometido a juicio político. En agosto la Asamblea lo destituyó junto con Walter Gómez, Rosa Chalá y Victoria Desintonio.

Nota: Esta semana se aprobó el informe para primer debate del paquete de cambios a la Constitución por las que se quita al CPCCS la facultad de nombrar a las autoridades de control y se la devuelve a la Función Legislativa. ¡Menos mal! (O)