La Organización de los Estados Americanos (OEA) debe elegir un secretario general para un nuevo período; el actual secretario general, Luis Almagro, se presenta a la reelección; la excanciller ecuatoriana María Fernanda Espinosa ha sido postulada por Antigua y Barbuda y es por tanto candidata de la ALBA, del socialismo del siglo XXI, de la izquierda americana, que repetirá la estrategia que empleó para presentar a Espinosa como candidata de Latinoamérica para la presidencia de las Naciones Unidas. La Cancillería ecuatoriana anunció que respalda la candidatura a la reelección de Almagro, no de la ecuatoriana; de manera similar, el actual Gobierno del Uruguay ha anunciado que no votará por su excanciller del Frente Amplio de Izquierda Luis Almagro, quien abandonó su posición de izquierda y cuenta, inclusive, con el apoyo de Estados Unidos. El Frente Amplio continuará en el poder hasta marzo, cuando, muy probablemente, será reemplazado por el candidato presidencial opositor, el derechista Lacalle; eso significará un cambio de la política exterior uruguaya.

El sector de la izquierda se ha reforzado con los triunfos en México y Argentina, pero perdería Uruguay, y probablemente Bolivia, liberada de Evo Morales y conducida firmemente por Áñez, la presidenta interina. A mí me parece injusto que los diminutos islotes del Caribe, muchos de ellos extraños a la identidad americana, tengan tanta influencia a la hora de decidir cosas trascendentales de la OEA. Tras todo esto, está el futuro de la libertad y la democracia en Venezuela, el fin de la dictadura de Maduro. Espinosa, por el contrario, significa el afianzamiento de Maduro, el apoyo a la inestabilidad política de Latinoamérica. Hay que recordar que Espinosa, como canciller del actual gobierno, apoyó a Maduro en su reelección; separadamente, se solidarizó con la elección de la inconstitucional Asamblea Constituyente, desde la que Diosdado Cabello persigue a los patriotas que en Venezuela luchan por la libertad; hay que tener presente que Espinosa impidió que en la OEA hubiese los votos necesarios para al menos exhortar a Maduro para que en Venezuela se realicen elecciones libres, bajo supervisión internacional. Afortunadamente, el presidente Moreno, y el actual canciller Valencia, quien fue embajador ante la OEA, en tiempos de Espinosa, hicieron una saludable y radical rectificación y se separaron de la línea castrista, chavista, madurista. Hacen bien en no apoyar a Espinosa, tan nefasta para nuestro país en tantas cosas, incluyendo la concesión inconstitucional de la nacionalidad ecuatoriana a Assange. Una elección de Espinosa significaría apoyar a los movimientos subversivos en Bolivia, Chile, Colombia, y el propio Ecuador; sería ignorar el dolor que sufre el pueblo de Nicaragua, cuya sangre corre a raudales. Por eso digo que la ALBA, la izquierda radical, contraataca y quiere apoderarse de la OEA, lo que la destruiría. Desde lejos, Rusia apoya a Correa, a Maduro, Ortega, Castro y compañía.

La inestabilidad cunde en nuestra América, sin que acertemos a determinar las causas; formulamos variadas teorías sobre ellas, pero no podemos precisarlas, porque se presentan simultáneamente en países con distinto signo político, diversas circunstancias económicas y sociales. Lo más penoso, no sabemos qué piensan los jóvenes. (O)