La retórica es el arte de hablar o escribir eficazmente con el fin de persuadir. En el mundo de la política la retórica es un requisito sine qua non para tener éxito, pero en muchísimos casos la mentira es la retórica predilecta. Así, la adulteración de lenguaje es una vieja forma de persuadir al ciudadano y ciertos términos clave tienen más eco que otros. Ciertas ideologías, conociendo este efectivo modus operandi, lo han implementado casi a la perfección a lo largo de la historia con espeluznantes resultados. A continuación, un corto glosario de ese socialista latinoamericano que, en un mundo ya sin muro de Berlín, vocifera (mientras vandaliza y destruye) las palabras precisas de su infalible discurso:
-Pobreza. Esta alguna vez tuvo un significado concreto: profunda escasez de alimentos, ropa para vestirse o refugio para protegerse. Hoy significa lo que sea que los burócratas, que establecen los criterios estadísticos, eligen que signifique. Y tienen todos los incentivos para definir la pobreza de una manera que incluya suficientes personas para justificar el gasto de un Estado de bienestar y mal llamado “progresista”. Al respecto, Thomas Sowell dice: “La agenda de la izquierda, promoviendo la envidia y un sentimiento de agravio, al tiempo que hace fuertes demandas de ‘derechos’ a lo que otras personas han producido, es un patrón que se ha extendido en países de todo el mundo. Esta agenda no ha sacado a los pobres de la pobreza. Pero ha elevado a la izquierda a posiciones de poder y engrandecimiento personal, mientras promueven políticas con resultados socialmente contraproducentes”.
-Derechos humanos. La visión que inspiró la Declaración Universal de los Derechos Humanos en sus inicios fue la misma que inspiró la Declaración de Independencia de los Estados Unidos. Se trataba de proteger las libertades fundamentales de los individuos de los abusos de gobiernos absolutistas, específicamente luego de las atrocidades cometidas por el nacionalsocialismo alemán. La premisa era limitar el poder político, no establecer agendas de políticas públicas para cumplir determinadas aspiraciones ideológicas de bienestar social, que lamentablemente es para lo que han quedado los derechos humanos. Esta tergiversación ética que supone la subordinación conceptual del término libertad (ese sí, un derecho inalienable) a requerimientos socioeconómicos mínimos ha tenido un impacto en la realización misma de los derechos humanos.
-Libertad: ¿Posibilidad de elegir sin coerción por parte de terceros y sin importar las alternativas? Ya no. Los políticos utilizan el término para decir que el ciudadano solo es libre si se cumplen ciertos estándares mínimos al momento de decidir. Ello necesita de un Estado gigantesco que garantice estas condiciones que ahora llaman Derechos. Con esta trampa semántica, entonces, Venezuela es el país más libre de Sudamérica.
Hace treinta años cayó un muro que representaba toda esa falsa retórica. Si el lenguaje falla(ba) en decir la verdad, un muro de casi 60 kilómetros de distancia fue lo suficientemente elocuente (y mucho más que un mero símbolo) para reflejar la evidente pobreza, abuso de derechos humanos, vulneración a la libertad y sobre todo la más terrible degradación a la dignidad humana que solo el nefasto socialismo pudo lograr. Y que hoy Latinoamérica se niega a sepultar.
(O)