Durante el reciente conflicto en el Carchi se planteó la posibilidad de que esa provincia tenga un trato diferenciado en el monto del IVA, que sería menor al que paga todo el país. No faltaron los que dijeron que eso significaría la disolución de la nación ecuatoriana. Pero encuentro que, en principio, la idea no es descabellada. Es más, creo que cada provincia debería fijar el monto de sus impuestos y, en consecuencia, recibir en función de lo cobrado. No haría falta fijar ningún tope, ni por arriba ni por abajo, porque si una provincia cobrara un monto excesivo, la gente y las empresas rápidamente responderían yéndose a otra, con lo que la recaudación caería. Si lo fijasen muy bajo, los ingresos serían insuficientes y ninguna lo va a hacer.

A la larga no haría falta ninguna compensación, porque cada entidad establecería políticas adecuadas para atraer a su territorio inversiones y población que le permitirán generar los caudales necesarios para su funcionamiento y desarrollo. Sería ideal establecer este tipo de competencia no solo en el impuesto a las transacciones, sino en otros campos: incentivos, capacitación de la población, infraestructura, en fin, el límite es la imaginación.

Alguna vez alguien habló de crear en Guayas una región autónoma que, basada en una economía abierta, podría convertirse en el Singapur de Sudamérica. La pequeña Singapur tiene un territorio menor al cantón Colimes, pero su ingreso per capita es cercano a los $ 100.000 anuales, siempre entre los cinco mayores del mundo. Sin embargo, tiene un gobierno autoritario, la libertad de prensa y otros derechos están restringidos. Se denomina república, pero ha tenido en 56 años solo dos presidentes, Lee Kuan Yew, quien al morir fue sucedido por su hijo Lee Hsien Loong, como en toda monarquía que se respeta. Volvamos la vista más bien a un país que lo supera: Luxemburgo. No tiene salida al mar. Allí “reina” un gran duque, cuyo papel es meramente ceremonial y representativo, dentro de un régimen parlamentario electivo y responsable. Sus instituciones políticas y administrativas son intachables, como en toda república que se respeta. La clave de la enorme prosperidad del pequeño Estado está en la seguridad y confiabilidad de sus políticas. Las tasas de delito son insignificantemente bajas. Hay un absoluto respeto por la propiedad intelectual. Cada año se crean mil empresas nuevas. El sector financiero, que goza de total apertura es el dominante, hay alrededor de 150 bancos y se gestionan desde allí fondos privados equivalente a 50 veces el PIB del país. Quizá estamos poniendo un ejemplo extremo, pero que demuestra otra vez que en la apertura económica y las instituciones liberales está la clave de la riqueza de las naciones. Si resulta tan difícil abrir la economía ecuatoriana, por qué no se permite a unidades menores, dentro de un sistema de autonomías, ensayar una apertura. Carchi es casi el doble de Luxemburgo y sus habitantes son hábiles y tenaces emprendedores, noten que los principales actores del sector financiero quiteño son empresarios con raíces carchenses. (O)