La información divulgada en días pasados por CNN revela que Julian Assange utilizó la Embajada ecuatoriana en Londres como centro de una operación ilegal de hackeo, cuyo propósito fundamental era interferir las elecciones en Estados Unidos de 2016, tratando de causar daño de forma específica a la candidata del Partido Demócrata; para cumplir con su propósito, Assange sostuvo varias reuniones con ciudadanos rusos y piratas informáticos, adquiriendo también equipos de computación que le permitirían facilitar transferencia de datos, en aparente complicidad con los servicios rusos de inteligencia en un intrincado relato de espionaje.

Al respecto, el expresidente Correa admitió que el gobierno estaba al tanto de las intenciones de Assange, ya que pudieron advertir que estaba “interfiriendo en las elecciones y eso no lo permitimos porque tenemos principios y valores muy claros”, los cuales sin embargo no pudieron evitar que se dé gusto a Assange en todas sus exigencias y pretensiones, desde la ilimitada conexión a internet de alta velocidad al acceso regular de invitados personales, todo lo cual permitió, de acuerdo con la información de CNN, que Assange mantenga WikiLeaks en plena actividad. Es decir que el gobierno de Correa más allá de la concesión del asilo, permitió que Assange mantenga y consolide su organización, en ocasiones en claro desacato con las autoridades diplomáticas de nuestro país en Londres; en ese contexto, debe también anotarse que dicha situación no permaneció oculta para el anterior gobierno ya que inclusive existen revelaciones de exembajadores en el sentido de que todas las irregularidades que estaban ocurriendo en la embajada ecuatoriana eran oportunamente transmitidas y denunciadas a los personeros principales del anterior régimen.

Resulta interesante advertir que las acciones de Assange en la embajada no eran objeto de un secretismo especial, las hacía abiertamente, sin temor ni reparos, con excepción de las reuniones que tenía en el baño de mujeres con el objetivo de evadir las cámaras de vigilancia, lo cual refuerza la idea de que Assange consideraba que su libertad de acción en la embajada era firme y consistente, sin límites ni reservas, situación que pone en evidencia el nivel de compromiso al que había llegado el gobierno ecuatoriano con Assange. En otras palabras, ¿ustedes creen que si el anterior gobierno hubiese impuesto condiciones claras y rigurosas para la estadía de Assange en la embajada, este hubiera utilizado las instalaciones diplomáticas como su base de operación? En este punto hay que ser muy claros, ahora se dice que el gobierno de Correa decidió limitar el internet al servicio de Assange, claro, para tratar de desvirtuar el grado de impune complicidad que existía con el activista informático.

Cada vez que se criticaba el asilo de Assange y su libertad de accionar, el expresidente se jactaba, paradoja de por medio, del compromiso del Ecuador con la libertad de prensa, habiendo llegado al extremo de mencionar a Assange como un ícono de la libertad de expresión. A estas alturas, no cabe duda de que el asilo de Assange encerraba la fracasada intención de ubicar a Correa como un líder de referencia global, con un masivo reconocimiento para nuestro país. La anécdota de las heces de Assange embarradas en la pared exime cualquier otro comentario. (O)