¡No esperar, hacer las cosas bien ya! Es la mejor forma de definir el “sentido de urgencia”. Tener sentido de urgencia es una medida de la conciencia sobre la importancia del tiempo y la necesidad del cambio. Se ha considerado que el sentido de urgencia es la mayor fuente de energía para descongelar el statu quo y superar a la autocomplacencia. Cuando no hay sentido de urgencia el deseo por hacer algo pierde valor, afirmó Jim Rohn.
Las personas que han perdido el sentido de urgencia se han olvidado de que el tiempo es un bien inestimable y escaso, han perdido la noción de que las oportunidades se van, se han olvidado de su propia responsabilidad, y han dejado de ser sensibles por los efectos de sus acciones en los demás.
Enfrentar las circunstancias mundiales, de cambios acelerados e incertidumbres, y, locales, de estancamiento económico, ameritan que nos movamos rápidamente y por ello vivamos con sentido de urgencia: el gobierno debe hacer el ajuste necesario para reducir el déficit fiscal a la par que poner en práctica las reformas que faciliten la generación de riqueza y la competitividad empresarial; la justicia, sancionar ejemplarmente a los corruptos; los funcionarios públicos, despachar los trámites lo antes posible y atender sin demora a los ciudadanos; los empresarios, hacer los cambios estratégicos que los inserte en la revolución digital; y sus colaboradores, ejecutar las acciones y las mejoras para alcanzar los resultados.
El tiempo siempre nos ofrece a todos dos posibilidades: lo invertimos o lo perdemos. Para tener sentido de urgencia deberíamos cambiar nuestras conductas: identificar lo crítico o clave a cambiar, tomar decisiones rápidas, convertir las intenciones en prioridades y acciones específicas a corto plazo, acordar y cumplir promesas, materializar los deseos en metas numéricas y tener plazos definidos para implementar los cambios, entre otras.
Hacer la cosa con sentido de urgencia no es de ninguna manera descuidar lo importante, hacer sin pensar ni actuar desordenada e improvisadamente; es no quedarse en la planificación, en las ideas y las palabras; y, por el contrario, pasar rápidamente a las acciones. Deberíamos todos seguir el ejemplo de los emprendedores, ellos han incorporado a sus vidas el sentido de urgencia en su ADN, saben que el mercado, los clientes y la competencia no esperan.
Cuando se tiene sentido de urgencia en lo crítico, se cree que es inaceptable diferir o aplazar porque el impacto de no hacer nada es muy alto. Tal es el caso de Donald Trump cuando en su discurso a la Unión, en febrero del 2019, afirmó: “debemos movernos con urgencia y velocidad histórica para confrontar problemas desatendidos… durante muchas décadas.” Estamos en circunstancias similares, el país no está para perder tiempo; lo necesitamos para vender, producir, innovar, emprender y mejorar; y el tiempo bien aprovechado es el mejor recurso que tenemos, de ahí que todos deberíamos adoptar una cultura del sentido de urgencia.
(O)