Sus ideas modelaron el mundo en el que vivimos. Fundó la economía, sostuvo que el desarrollo de un país depende de su productividad y demostró que la capacidad de producción es directamente proporcional a la división del trabajo. Pero, sobre todo, Adam Smith estableció las bases teóricas del capitalismo.

Smith entendió que, si se garantiza la propiedad privada y se incentiva el intercambio de bienes y servicios, los seres humanos tienen los incentivos para cooperar entre sí. Es esta cooperación la que nos ha dado alimentos, medicamentos, carros, computadoras, teléfonos celulares y los millones de bienes y servicios que hacen nuestra vida mucho más próspera y segura que la de nuestros antepasados. La experiencia nos ha demostrado que el capitalismo es la única vía para salir de la pobreza.

Pero el capitalismo tiene dos grandes enemigos, que Adam Smith identificó claramente: el hombre del sistema y el empresario rentista. La aparición de estos personajes convierte un sistema de prosperidad en un sistema de abuso y corrupción.

En Teoría de los sentimientos morales (1759), Smith desarrolla la idea del hombre del sistema. La mayor parte del libro está dedicada a explicar que los principios morales son una consecuencia de los tratos sociales y no de la razón de un hombre en particular. En un pasaje, Smith describe a un hombre que está tan enamorado de sus propias ideas que no duda en imponérselas al resto. Se imagina que es un jugador de ajedrez que puede mover las fichas estratégicamente para ganar la partida. Pero el error es evidente. Los seres humanos no somos fichas de ajedrez, sino individuos con fines propios, y es imposible que una persona tenga toda la información que se necesita para que la sociedad opere correctamente.

En La riqueza de las naciones (1776), Smith explica cómo el sistema de libre mercado trae prosperidad a los países. El argumento principal es que la libertad económica consigue que, buscando el interés particular, las personas sean guiadas por una mano invisible a obtener el interés social. Smith dedica buena parte de su obra a argumentar en contra del empresario rentista, aquel que se vale de favores políticos para participar en el mercado. Dirigiendo sus críticas al gran monopolio de su época, la East India British Company, Smith sostiene que los monopolios auspiciados por el Gobierno encarecen los bienes y servicios, y detienen el desarrollo de un país.

No hay capitalismo, y por tanto no hay prosperidad, con hombres del sistema y empresarios rentistas. Por un lado, está la necesidad de desterrar de la política ecuatoriana a las personas que, como el expresidente de las sabatinas, se creen con un conocimiento absoluto y se sienten autorizadas para imponer su criterio al resto. Por otro lado, está la necesidad de cambiar la forma de hacer negocios en este país. Si se repleta a los empresarios de permisos y requisitos, al fin son solo los corruptos y los amigos del poder los que terminan participando en el mercado. Los enemigos de Adam Smith son los enemigos del Ecuador.(O)