Las misiones tanto de las Fuerzas Armadas como de la Policía Nacional están claramente señaladas en la Constitución; aunque no se consideró el concepto de “Fuerza Pública” (Fuerzas Armadas y Policía), estableciéndose misiones específicas para cada una de estas. El art. 158 dice: “La protección interna y mantenimiento del orden público son funciones privativas del Estado y responsabilidad de la Policía Nacional” y que “Las Fuerzas Armadas tienen como misión fundamental la defensa de la soberanía y la integridad territorial”. La palabra privativa, según el diccionario de la RAE: “Propio y peculiar singularmente de alguien o algo, y no de otro”. La Constitución en su art. 164 establece que el presidente de la República puede decretar el estado de excepción en caso de agresión, conflicto armado internacional o interno, grave conmoción interna, calamidad pública o desastre natural; solo en los casos citados, el presidente de la República podrá disponer el empleo de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional y llamar a las reservas, de acuerdo con el art. 165.

Aunque jamás los militares han estado ajenos al control del narcotráfico, el crimen organizado, de precursores químicos, de armas, del contrabando de combustibles, del tráfico humano, entre otros delitos. Las Fuerzas Armadas han colaborado en labores de inteligencia; la información ha sido siempre una importante herramienta para la toma de decisiones y para prevenir y neutralizar acciones delictivas; igualmente están realizando permanentemente operaciones de interdicción marítima y aérea y lo que es más, la vigilancia en la frontera sur y la más conflictiva, la del norte; muchas veces ha habido que enfrentarse a fuerzas irregulares y a bandas criminales, enfrentamientos que han cobrado vidas en sus filas.

El exhorto que ha hecho la Asamblea para que los militares salgan a patrullar las calles de las ciudades, a cumplir actividades policiales, suena bien; pero su formación, entrenamiento, equipo y armamento están diseñados para cumplir misiones de combate. Opiniones de especialistas del país y del exterior han manifestado lo peligroso que resulta utilizar a los militares en misiones ajenas a su formación y han señalado las malas experiencias y magros resultados en otros países. Todos los esfuerzos deben ser direccionados a que la Policía se fortalezca y cumpla su misión fundamental.

El Estado, responsable de garantizar a la sociedad seguridad, esta pasa por la creación de fuentes de trabajo con salarios dignos, la existencia de una policía profesional, bien entrenada, equipada adecuadamente; además, valorada, remunerada acorde con su responsabilidad y riesgos, la eficaz prevención del delito, la investigación y captura de los responsables cuando este se produce; además, pasa por la actuación confiable y a tiempo de la justicia para que los delitos no queden en la impunidad y por una reforma integral de los centros penitenciarios.

En conclusión, es necesario mantener a los militares en actividades propias de su formación porque al distraerlos en otras actividades, se corre el riesgo de desnaturalizar su profesión.(O)