Las redes sociales importan lo que nos importa a cada uno. Su peso político es incipiente pero seguirá creciendo. Pueden utilizarse como indicadores de fenómenos sociales, siempre y cuando se tengan las herramientas informáticas adecuadas para hacer un análisis. De cualquier manera, y a falta de otro canal, se perciben ciertas corrientes a través de las famosas redes. Los resultados de las elecciones seccionales de Quito no me pusieron feliz, porque no coincidieron con mis decisiones, es obvio, pero lo que me entristeció más fue la reacción de muchas personas ante el resultado. Todos los complejos hicieron crisis y se desbordaron en los comentarios vía Twitter, o Facebook, o Instagram... también los he escuchado en eventos sociales, pero eso es menos representativo. Bueno, el triunfo de un candidato cuya fisonomía no coincide con la que nos han vendido como ideal, ha permitido a miles de quiteños descubrir su “estirpe aria”. Ya hablaban de irse a vivir fuera, o por lo menos a Guayaquil... y como allí aparecieron algunos regionalistas que se burlaban de la inusitada elección capitalina, no faltaron los hijos del Pichincha que corrieron a abrazarlos diciendo “¡cierto es!”. En el fondo, la angustia de una población que se sabe mestiza y rechaza esa realidad. Esta es la contradicción fundamental de la sociedad ecuatoriana, ecuatoriana digo, lo demás es puro adorno.

Curioso, pero la situación de la ciudad es tan grave que las cosas solo se pueden hacer bien. Es decir, como decíamos la semana pasada, convirtiendo a esta obsoleta capital, paralizada por las taras de cinco siglos, en un nodo productivo que genere prosperidad y confianza. Una urbe autosostenida económica y ecológicamente. Veo, entre las ideas del nuevo alcalde, que tiene claro cuál es el problema, deberá afinar su plan saliendo de ciertas propuestas ingenuas y de ofertas fáciles de campaña. A su alrededor hay personas valiosas que pueden orientarlo para que sus buenas intenciones se transformen en buenos proyectos.

Existe, eso sí, la posibilidad de pesadilla de que Jorge Yunda caiga en la tentación de hacer un pacto con el fuerte grupo de concejales correístas y lograr así una mayoría operativa, en lugar de negociar con los otros grupos pequeños. Si esto sucede, hay el peligro de que algunos ediles radicalizados, que no son todos, impongan un modelo socialista del siglo XXI o alguna otra veleidad de corte chavista. Eso sería el desastre, pero su duración será corta, a una persona en buenas condiciones físicas se le puede curar la gripe con hierbas, a un enfermo de pancreatitis tal tratamiento le significará necesariamente la muerte. Así estamos, confiemos en que prime la sensatez en el nuevo alcalde y su equipo. Igualmente, de los concejales de los partidos republicanos es de esperar vocación de servicio ciudadano, que no traten de hacerse notar oponiéndose a todo, sino que sean capaces de entrar en entendimientos indispensables para sacar a la ciudad de la que es probablemente la crisis más grave de su historia. (O)