Este año experimentamos un fenómeno de El Niño categorizado de débil. Es un invierno fuerte, pero nada extraordinario. Lo inaudito es la magnitud de los estragos que las lluvias ocasionan en toda la Costa. Es inaceptable. Las autoridades nos deben una explicación y soluciones.
Inviernos como el actual son frecuentes. Se entiende que un país no invierta en infraestructura para blindarse frente a un fenómeno de los que se dan una vez en una generación, como en 1982/83 y 1997/98, pero sí para enfrentar un invierno fuerte. El costo de no hacerlo, en vidas, desplazados y pérdida de cultivos es demasiado elevado.
Durante toda la última década hubo una muy elevada inversión pública. Debió plasmarse en una mejor infraestructura que permitiese mayor crecimiento. Pero no. La economía está estancada, y quedamos endeudados. Se invirtió mal.
La cuenca del Guayas es el granero nacional y además puntal de las exportaciones no petroleras. Debió haber sido prioritaria la construcción de infraestructura para manejar caudales de agua, previniendo inundaciones y suministrando agua en sequías. Pero nada. ¿A dónde se fue la inversión?
Al menos USD1.500 millones en construir un lote con servicios llamado refinería del Pacífico. Hoy el proyecto está abandonado y las autoridades buscan qué hacer con esa explanada.
Se buscó construir una utópica ciudad del conocimiento en Urcuquí, idílico valle ganadero de Imbabura, fundando una universidad de prestigio mundial y donde las grandes firmas tecnológicas pondrían sus fábricas de punta. Tesla iba a montar sus carros eléctricos en Yachay, se dijo. El presupuesto del primer par de años era de USD1 mil millones, y el proyecto completo costaría USD20 mil millones. El proyecto faraónico fracasó, afortunadamente se derrocharon solo un par de cientos de millones.
Hay más, mucho más. El Gobierno gastó USD243 millones en la autopista Collas al aeropuerto de Quito, vía de poco uso puesto que el usuario prefiere la Ruta Viva, que construyó el municipio capitalino. Hay hidroeléctricas redundantes, aeropuertos sin tráfico, carreteras que no van a ninguna parte… La lista es interminable.
El Gobierno anterior quería cambiar al Ecuador a su antojo, menospreciando la realidad. Está bien impulsar el surgimiento de nuevas actividades, pero mal desestimar aquellas en que somos diestros. Somos un país con una fuerte producción agroindustrial, a pesar de las equivocadas políticas públicas. La inversión de la última década debió priorizar infraestructura para la agroindustria. Se la descuidó, y este invierno sufrimos las consecuencias.
Mención especial merece la inundación que sufre Guayaquil. Jimmy Jairala asumió la Prefectura en 2009; ante el peligro latente que Guayaquil y poblaciones aguas arriba se inunden por la sedimentación del Guayas, en 2012 se inicia el proceso de contratación del dragado del río. Tras varios intentos fallidos de contratar firmas extranjeras (¿recuerdan la draga china?), finalmente en julio pasado, el Servicio de Dragas de la Armada anunció que había empezado las obras; que a lo sumo en octubre arribaría la draga; ahora se dice que vendrá en mayo próximo.
Lo que llegó fue El Niño. Jairala nos quedó debiendo el dragado. El nuevo prefecto Morales le debe a sus anegados mandantes comprometerse con que esta historia no se repita el próximo invierno fuerte. (O)