... o señor alcalde de Quito, el vocativo no es relevante, no lo felicito porque no quisiera estar en sus zapatos. No creo que usted esté feliz, porque no es como la mayoría de políticos, capaces de matar por una migaja de poder, sin tener idea de lo que va a hacer con ella. De muchos funcionarios electos, que hicieron malas gestiones, he oído decir “es que le tocaron tiempos difíciles”. Quien puja por un cargo debe saber en lo que se mete y no quejarse después. Usted se hace cargo de una ciudad que requiere cuidados intensivos. La administración que acaba estuvo mediatizada por la construcción del Metro, la obra de mayor envergadura emprendida por una ciudad ecuatoriana y que terminó siendo una gigantesca piedra atada al cuello, que hundió al municipio en un pantano financiero y operativo. Su aún no iniciado mandato nace sumergido en ese lodazal. La publicidad sostiene que el tren subterráneo está construido en un 80 por ciento, ¿esto ha sido verificado? Tendrá que verlo usted, esta cifra parece un “redondeo” generoso. Ya se han alzado voces en todo el país advirtiendo que no es justo que el Estado subsidie ese Behemot con recursos de todos los ecuatorianos. Deberá, por tanto, cobrarse un precio de pasaje real, con el subsiguiente malestar social. ¿Está dispuesto a enfrentarlo, o cabildeará el apoyo del Gobierno? El Metro deberá gestionarse con criterios de sostenibilidad, porque todo en la ciudad debe hacerse de la misma manera.

Las urbes son fenómenos económicos, se crean en nudos comerciales o en centros de producción, las masas acuden a vivir allí porque creen que en ellas encontrarán opciones de vida, de empleo o de emprendimiento. No surgen porque el sitio es bonito o de valor histórico. Lo que las mantiene vivas es la actividad productiva. Por eso, la primera prioridad de su administración debe ser convertir a Quito en una ciudad amigable para la producción y el emprendimiento. El Estado ecuatoriano ya tiene a los productores aherrojados con miles de grillos y cadenas tributarios, administrativos, laborales... que el municipio deje de ser, como ha venido siendo, otra entidad opresora que a punta de tasas, regulaciones e impuestos contribuye a hostilizar la actividad de los particulares. Se debe dar facilidades e incentivos para que inversores y empresas se asienten el distrito. Un gran paso adelante, en este sentido, será la privatización o concesión de todos los servicios, dentro de la idea de sostenibilidad. Algo similar debe hacerse con el cuidado de los patrimonios de la ciudad, cuyos tenedores propietarios deben obtener alguna utilidad de su conservación y no sentirla como otro castigo.

Los municipios no son entidades de beneficencia ni comités barriales que “adecentan” veredas, son el gobierno de su ciudad y deben enfrentar su tarea con amplitud de miras y visión de futuro. Afrontar su administración con este espíritu generará prosperidad, empleo, seguridad y, sobre todo, esperanza. Señora alcaldesa o señor alcalde (escribo sin conocer el resultado de las elecciones), no quiero expresarle hoy mis felicitaciones, quiero hacerlo el último día de su gestión.(O)